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Inundaciones

Cecilia termina los últimos papeles del día, se entremezcla entre ellos para dejar todo en orden, como lo hace antes de vivir el fin de semana.

Afuera llueve.

Cecilia cierra las oficinas con llave, agarró esa costumbre hace dos meses y nadie le reconoce ese trabajo. Baja las gradas del edificio recordando su primer día en el buffet de abogados que la acoge todos los días; una oficina llena de papeles, con gente de corbata y zapatos lustrados, licenciados con una matrícula, abogados que no conocen el nombre de Cecilia, que la llenan de referencias que hablan de su cuerpo, de su forma de caminar y de algunos defectos que lleva su rostro, y un montón de cosas que hacen su nombre a un costado.

Cecilia se cansa al recorrer los cinco pisos hacia abajo, los baja y mira entre las pequeñas ventanas el tiempo que la espera afuera.

Afuera llueve mucho.

Llega a la puerta y mira a la gente guardarse en las esquinas con toldos o sombrillas o algún espacio para no mojarse. Mira las gotas golpear el concreto y mojar sus tobillos, mira el botapíe de su pantalón mojado y decide avanzar hacia la calle donde toma el bus. El caos aumenta y se detiene un momento.

Afuera llueve demasiado.

Mira a los costados y se acuerda de Daniel. Recuerda que no esta él para cubrirla de la lluvia. Siente sus pies fríos y sabe que no esta él para calentarlos, sabe que ella llegará a su casa y buscará formas para calentarse y se acordará mas de él. Sabe que Daniel no está para esperarla en la puerta de su trabajo, con un paraguas y los brazos calientes para matarla con abrazos.

“Hoy acá llueve” se dice y recuerda los quince minutos que se quedó parada en la ventana de su oficina esperando a que Daniel aparezca de lejos y mire al quinto piso, ahí donde Cecilia lo esperaba.

Cecilia se moja la ropa ligera que lleva, ya que se dejó engañar por el día, así como con muchas cosas. Sin pensarlo tomará un taxi, mirará por la ventana e intentará distinguir el camino entre el vidrio empañado (lo frotara de rato en rato) y el agua que cae, pedirá que pare dos cuadras antes de llegar a su casa para llegar mojada y tener un pretexto para mostrar sus lágrimas.

Afuera llueve mucho, así como adentro.

Cecilia llega a su casa, entra a su cuarto y decide acompañar el clima, abre los ojos y deja que llueva por dentro. Y se revuelca en su cama por un momento. “Hoy acá llueve” se dice y lo repite mil veces mientras golpea con las manos su almohada hasta quedar dormida. Mientras tanto, Daniel esta parado bajo un árbol revisando su celular, queriendo encontrar un rastro de ella mientras espera el bus, o que alguna señal aparezca para decirle que ella esta bien allá donde está. Mientras aquí llueve mucho y Daniel piensa en las locuras del tiempo en pleno verano.

Afuera llueve demasiado.

Cecilia despierta y piensa en las personas de esta ciudad, a quienes les importa mucho como cae la lluvia, la lluvia que moja su ropa, que hace crecer los ríos y destruye las cosechas, que inunda las calles, que se desquita con el ganado, que destruye algunas casas, que arrebata con familias enteras y algunas veces deprime tanto a las personas que estas prefieren quedarse en casa cuando llueve.

Hoy acá llueve demasiado se dice Cecilia.
Hoy acá llueve demasiado piensa Daniel.

Y el bus de Daniel tarda en llegar por el mal tiempo. Daniel todavía espera mientras piensa en su decisión de irse de esta ciudad. Piensa en el montón de oportunidades que le espera afuera, afuera de todo lo que le entrega esta ciudad conocida por sus lluvias, destruida por tantas inundaciones.

Cecilia piensa en Daniel y Daniel piensa en Cecilia, en el tiempo en que están separados, en las causas para ello, en el reencuentro si es que sucede, en el montón de cosas que se quedaron sin decir, en las dudas que cada uno tuvo al momento de decir adiós.

Daniel piensa en Cecilia y sonríe. Cecilia piensa en Daniel y se resigna. Daniel piensa en ella y decide buscarla. Cecilia piensa en él y lo convierte en recuerdo. Daniel piensa en Cecilia y decide correr hacia ella. Cecilia piensa en Daniel y decide olvidarlo.

Afuera llueve mucho, pero dentro de Cecilia ya no. Cecilia sonríe, mira a los costados y piensa en cosas futuras; en amigos, en familia, en hijos e historias que la llenen de cosas para vivir.

Daniel acelera la respiración, mira a los costados y desespera, comienza a correr y a sentir la sensación de olvido. Daniel junta nubes en su estomago, intenta respirar pero no puede, y las nubes llenan todo lo que tiene dentro, nubes que no permiten respirar, que no dejan mirar las cosas con calma, nubes que incitan a morir, nubes que sirven para armar otra lluvia que nuevamente inunde todo.

Cecilia sonríe. Daniel no. No lo hace.


Junio – Julio del 2007



Texto agregado el 20-09-2007, y leído por 157 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
27-09-2007 El cuerpo humano y sus sentimientos es una orografía que se refleja en la vida misma. Si hace frío fuera parece como si nuestra concienca se helara, que cuando llueve por dentro los ríos se desbordan. Y nunca llueve a gusto de todos que lo que a Daniel le entristece a Ceclia la calma. Bonito ese juego de las dicotomías divergentes. azulada
 
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