Amigos de la plaza pública. Sólo pido su detención para comentarles que en la comarca contigua a los bosques de Los Andes, hay un viejo ciego que escribía de laberintos con una pasión de poeta inigualable.

Junto a él luchamos en otra lengua y le odié por recibir premios, medallas al honor y hasta una condecoración de un vasallo del imperio. Un tirano de traje gris, opaco, que sólo opacó a su pueblo.

Con la ira de la sangre mal derramada. Injustamente hecha ríos de tormentos por pensar distinto. Se hizo del poder apoyado en los poderosos. Este ciego viejo de anglopoemas es un maravilloso que manchó por siempre su paso por nuestra plaza pública.

Fuiste un precursor ya que a temprana edad nos deleitaste con mitologías y tus traducciones son simplemente de cual veterano ratón de biblioteca. A veces pensamos si los científicos suecos saben leer vuestros libros, pero quizá esa mancha en nuestra plaza pública, aún pese más que toda la maravilla del mundo que nos regalaste.

Estoy seguro de que si pudieses enviarnos una reedición de Instantes,-desde donde te encuentres- no volverías a recibir un premio de manos con sangre, aunque quisieses cometer más errores.