Quizá debido a que en aquellos momentos en que el fracaso y la soledad se hacían mas presentes que nunca y que además eran aderezados de miedo y de nostalgia, quizá por eso que el nudo en mi garganta hacia brotar lágrimas de mis ojos, lágrimas que parecían oxidar el tiempo, tiempo que parecía estar cansado de avanzar con la celeridad que lo venia haciendo en los últimos tres meses. Los meses más intensos que había vivido y que por vivirlos tan aprisa no pude disfrutarlos como hubiese querido. Tres meses que se me escaparon en un suspiro y que por consecuencia me mantuvieron suspirando; suspirando por sus besos, suspirando por su mirada tierna, clavada en la mía, suspirando por su voz poco estilizada que al cruzar por mis oídos se convertían en un cantar de pájaros por la mañana. Suspire por volver a verle, pero cual fue mi sorpresa que cuando volví a mirarla, se me hizo tan ajena, había pasado cuando mucho un mes desde nuestra ultima fusión, pero en ese efímero lapso de tiempo las cosas habían cambiado de manera radical, como si una explosión nuclear hubiese arrasado con todo lo que había, sin embargo el paisaje a nuestro alrededor nos decía lo contrario: la misma unidad deportiva donde la conocí, con la misma pista desgastada, el mismo pasto descuidado, las mismas gradas viejas, todo igual incluso su cara que sonreía igual que cuando lo hacia para mi, con el mismo gesto de siempre pero que ahora reflejaba algo distinto, ya no era el mismo sentimiento, ya no era el mismo aroma el que captaban mis sentidos, era tan solo la misma envoltura que no perdió la hermosura, pero si la pasión. En ese momento necesitaba decirle que la extrañaba, y se lo dije. Necesitaba un abrazo, se lo pedí porque quería volver a sentirla, pero abrace a un fantasma, un fantasma al que le quedaba grande el saco del recuerdo.
Me preguntaba a mi mismo con la mirada desconectada ¿En donde se perdió? ¿En que se convirtió? ¿Dónde buscarla? ¿Dónde encontrarla? ¿Dentro de quien? Si ni siquiera se encontraba dentro de ella misma, ya no estaba dentro de ese cuerpo que tantas veces abrace. Quise ver a través de sus ojos, esos ojos que al mirarme me hipnotizaban para permanecer a su lado de espaldas al mundo, pero no vi mas que vacío, ya ni siquiera vi cenizas de donde poder revivir lo vivido, sus ojos habían perdido el brillo, su voz había vuelto a ser como el sonido que dispara una corcholata al frotarse con un vidrio, sus manos habían perdido el calor, ahora eran frías como compresas congeladas que al tocarme erizaban igualmente mi piel pero ya no de emoción sino ahora de terror. Me rehusaba a creer lo que estaba pasando simplemente no entendía ¿Cómo podía ser posible que aquello que fue tan fuerte, ya no podía mantenerse en pie? ¿Cómo era posible que ese amor que fue tan sano, ahora estaba muriendo de anemia? anemia de cariño, anemia de detalles cursis, anemia de abrazos, anemia de besos, e incluso probablemente anemia de pleitos que lo hubiesen enseñado a luchar por sobrevivir o que por lo menos justificaran lo que estaba ocurriendo. A este Amor le hacia falta vida, la cual yo le hubiera devuelto trasplantándole mi corazón, pero ella no me lo permitió, prefirió dejarlo morir como a un pobre vagabundo al que nadie ve, del que nadie se interesa, un amor vagabundo con las vestiduras rasgadas por su indiferencia.
Fue como si ella se hubiese convertido nuevamente en aquella niña que conocí ocho años atrás, esa niña con la que nunca cruce una mirada, mucho menos una palabra, una niña que me parecía bonita, interesante e incluso inalcanzable, inalcanzable no tanto por sus cualidades combinadas con mis defectos, sino por vivir en dos mundos tan distintos, dos mundos en los que no había puentes que los unieran, pero que por azares del destino fueron construidos hacia apenas unos cuantos meses cuanto todo parecía perfecto para que así fuera, puentes que nosotros mismos construimos y al tiempo en que canta un gallo destruimos, aun sin haber sido terminados, aun sin ser inaugurados, pero lo peor de todo, sin argumentos para hacerlo, por lo menos no de mi parte.
Apenas 10 mugrosos días transcurrieron después de haber visto a ese fantasma, cuando las ganas de aferrarme a ese pasado tan hermoso me convencieron de llamarle a su casa con la naturalidad de hacia apenas un par de meses, para platicar de todo y nada, desde lo ocurrido en la jornada hasta las confesiones sexuales de sus amigas o de nuestro mismo catalogo de promesas inconclusas y de sueños guajiros, pero el fantasma no fue un sueño, la pesadilla se había vuelto realidad, al escuchar su voz desentonada, no pude mas que concluir… ¡Tú no eres Ella!.