Estaba de regreso de Hitchcock County . Era una noche brillante y fría en las montañas.
Una estrella, deslumbrante, servía de punto a la enorme y larga letra “i” que era la ruta. Me agradaba apagar las luces del camión para ser absorbido por la oscuridad, porque cuando las volvía a encender, inevitablemente, soltaba una carcajada nerviosa.
En la radio sonaba All day and all of the night por The Kinks . Todo el día y toda la noche.
Estaba feliz.
Había dormido una larga siesta al costado del camino. La cabeza fresca, el corazón sosegado. La calefacción del camión, era deliciosa. Cuando Andy Williams cantó Days of Wine and Roses, el recuerdo lejano de besos y abrazos había logrado acelerar mi corazón. La vida me sonreía y cada una de las mujeres de mi pasado, aparecían en una fila esperando su turno para el recuerdo. Cuando la lista se completó, escuche un golpe seco en el parabrisas. Era una huella larga y grasienta. No sé porque, pensé que podría haber sido una golondrina soñando llegar a destino.
Suave el camión perforaba la noche interminable mientras Elvis Presley cantaba It´s Now or Never. Es ahora o nunca. Nunca había estado tan feliz. Es ahora o nunca, pensé… y pegué el volantazo para caer por la montaña…
Y aquí estoy, no recuerdo nada más. Salvo una pequeña satisfacción que me acompañaba mientras caía: había logrado tocar con las manos el segundo que separaba el placer del dolor.