El ya-no-poeta entró en su habitación dirigíendo sus pasos en la ebriedad hasta el cochón. Se desplomo con un suspiro, encendió un cigarrillo y tomó con dejadez el cuaderno que esperaba desde hacía semanas apoyado en la mesita de noche. Transcurrió un largo silencio entre la punta del bolígrafo y el papel cuadriculado. Tras desistir a poner orden es su cabeza comenzó a deslizar la tinta en letra pequeña e ilegible...
"En ocasiones el mundo pierde obras de arte por culpa de la pereza.
Hay veces que el "hoy no quiero" mata al Yo.
Y veces que la subjetividad absoluta mata cualquier resquicio de crear.
Teorías estéticas,
sueños de imsonios
melodías de piedra
talento malgastado.
Hoy no escribí "la noche que dormí en del cielo", poemas que pensaba dedicarte. Tampoco lo empecé. Y puede que nunca vean la luz.
Esto es todo lo que pude escribirte, un lamento sobre la haraganería que al talento quema. Una frase que arde lento y desempeña de la función de narcótico a mi conciencia"
El ya-no-poeta paró de escribir. Asumió su actual condición de borracho perdido y lanzó el cuadeno con vehemencia. Se giró contra la pared y procuró dormir. Tras dos horas de lucha interna logró conciliar el sueño.