Biografia novelada, inspirada en la vida de Emil Bergman.
(Resumen)
‘Implacable cadalso que se abre al pueblo mío en el campo de la muerte’*…Ernesto Kahan.
El reportero está con Emil, ansioso por una nueva entrevista, luego de un período intermedio de pausa. Acomoda el grabador, la cinta comienza a dar vueltas, hay silencio, antes de empezar...Algunos carraspeos, toses que acomodan las gargantas y laringes, tiempo al espíritu para encontrarse dentro de sí, como esa cinta que gira en redondo, karma musical y doliente de fantasmas que danzan una tragedia que no concluye...Las partituras en su lugar, los instrumentos de cuerda hacen sus primeros acordes, la orquesta de la memoria tiende sus notas extraídas de algún lugar muy arcano y recomienzan las inquisiciones, y una a una va respondiendo sin perder el control ni el ánimo, en medio de intempestuoso concierto...
- Me gustaría entrar de lleno en el tema, le dice el hombre que corrobora sus preguntas tachonadas, borrosas y vueltas a escribir en los papeles.
- Muy bien, usted dirá. Estoy listo para proseguir. –ante un cigarrillo, hace una bocanada de humo que se enrosca en el aire cual cabriolas de espuma seca.
- Cuénteme ahora, Emil, sobre los inicios de la guerra en el país...
-Polonia había sido ocupada. Los datos históricos son anecdóticos y creo que todos los manejan, más o menos. No tardamos en ser tomados prisioneros rumbo al campo de concentración de Plaschow. Era el año 1942 y se habían construido ya la mayoría de los campos de prisioneros. Mi familia por completo, sin mi padre, estuvo allí. Y ocurrió de la manera en que Emilie Schindler, en su libro Memorias, recuerda. Se confeccionó una lista con nuestros nombres. Formando filas diversas, separando a los ancianos de los jóvenes, y a las mujeres embarazadas y madres con sus niños pequeños...
- Espere: ¿Que pasó con su padre, dónde se encontraba en esos momentos?
- Mire, el sufrió un ataque cardio-respiratorio y murió en el acto, antes de que llegáramos a introducirnos de lleno en el horror. Ocurrió tan rápido que no pudimos despedirnos ni enterrarlo… Imagínese… no hubo tiempo…
- Siga, le dice con un gesto de la mano, mientras apretaba el bolígrafo con sus labios...
- Ella estaba hermosa, con su cabeza rapada, delgadita, y hasta le sentaba bien. Su vestidito que le lamía su esbelta figura femenina. Siempre fue la reina de la casa. Mire que mi madre tenia carácter y talento. Lo que se dice una deidad...Y mi hermana Ilona, estaba con ella, igual de preciosa, aunque otro tipo de mujer. Repito, delgaditas las dos, porque no había mucho que comer. Tuvo dos hijos con su esposo Ieoshua, que le cuento, pues le quitaron los niños y los mataron, y a su esposo también...
-Prosiga, -ahora impaciente, le pide el entrevistador, con el relato de su madre...
-¡Ah!, sí...En medio del campo de Plashow, haciendo una interminable fila estaban de la mano, abrazadas, en pleno cariño filial. Los militares habían decidido enviar a las mujeres a Auschwitz y esto lo sabíamos todos... Las vi y no estaban tan lejos de donde estaba, prisionero en la fábrica haciendo el trabajo durísimo de hombre mayor. Entonces, salí disparado hacia ellas y logre tocarlas, tantear sus caritas, porque se inclinaron hacia mí y me besaron y acariciaron, también. Sabíamos que era la última vez. Logre darles un adiós de un minuto y medio. Ellas de rodillas. Luego a madre, le acaricié su vientre que entonces me daba pellizquitos en mis hoyuelos. Fue el instante más feliz y creo, más difícil de mi vida, de toda mi vida...Y el militar que cuidaba la fila me arrancó de sus brazos por medio de un empujón y me escupió en la cara. Y otro me contuvo entre sus manos de tenazas, mientras veía como se la llevaban a los trenes...
Madre no lloraba, me miraba con sus ojitos profundos y transparentes que yo conocía tan bien y pude leer todo lo que me quiso decir, otra vez en silencio. Levanto la mano en un adiós definitivo hizo un gesto de abrazo y me envió un beso infinito que recibí desde la distancia, mi hermana pequeña la imitó. Yo les grité: ¡Las necesito!, ¡no las lleven!; ¡no se vayan por favor, no se vayan!...y un tajo como de un puñal me atravesaba el estómago partiéndolo en cristales contenidos. Me mantuve incólume, como me enseñó padre. Luego ya no las vi más...
Regresé a mis tareas de esclavo, como un obrero más junto a mis dos hermanos menores, había diferencia de tres, que como yo eran jovencitos.
-Y… ¿A qué se debe que no los hayan enviado a ustedes a otro lugar?...
-Es que nos vieron pequeños pero resistentes para el trabajo. Ya que hacia tiempo que habían asesinado a los ancianos y a los niños de meses y primeros años, luego de haber sido quitados con ímpetu cobarde y asesino, de los brazos de sus madres.
Más tarde, me dijeron que vieron a mi otra hermana, sabiendo que se cerraría la fábrica y que todos moriríamos, fui a buscarla y nos escapamos juntos, escondidos sobre el techo y saltando sobre vigas, azoteas y todo lo que había. Allí estuvimos hasta que cargaron a todos en los vagones y nosotros en silencio mirándolo todo. Conformaban una fila interminable de ganado; tristes, y perdidos, cuya imagen no puedo dejar de evocar y cuya sensación de pánico todavía me invade en sueños...
Luego, pudimos levantarnos y saltar sobre techos, ventanas y muros. Pero al brincar sobre uno más bajo nos vieron y al caer sobre un tejado un militar que estaba del otro lado, nos recibió con un caño metálico dándole a mi hermanita en el cerebro, porque cayo primero, muriendo de inmediato, yo los tenía en el cuerpo y creo que por eso y otras pequeñas anécdotas al estilo, sigo aún con vida...
-Veo por lo cuenta en su testimonio, que usted fue hombre con suerte...
-Y si se puede decir ‘suerte’ en medio del infierno, porque después me tomaron de nuevo prisionero y me tenían mas vigilado, con menos comida y casi sin agua y con enormes cantidades de horas de trabajo, sin pausas y casi sin dormir, porque yo ya no podía reconciliar el sueño...Qué digo, yo ya no podía ni siquiera sobrevivir...
Versos del poema: ‘Pedazo de pan en Auschwitz’.
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