METER LA PATA
Septiembre, de vuelta al instituto, la profesora al cabo de una semana ya está despierta. El viernes, última hora de la tarde, la profesora da clase de francés. Los alumnos sacan una hoja de papél, escriben su nombre y su apellido, la fecha y en letras capitales « TAREA ». La profesora da las consignas de trabajo.
En la clase reina el silencio. La profesora aprovecha este momento para descansar.
De repente un murmullo rompe el silencio :
-Tengo hambre... ¡ Tengo un hambre, dios mío ! murmulla un alumno.
La profesora, conciente de sus reponsabilidades pedagógicas, toma su bolsa y saca una barra de chocolate con cereales y se dirige hacia el alumno :
- Chico, tienes que comer.
- Pero, señor...
Y sin dejarle al alumno tiempo de acabar su frase sigue, agitando la barra y los brazos como si fuera el abogado de la causa dietética :
- A tu edad es imprescindible comer de manera regular. No tienes que perderte una comida. Ya ves, al final de la jornada llegas con hambre y no puedes concentrarte.
- Pero, profe...
Y prosigue la profesora como si no hubiera intentado decirle algo el alumno:
- ¡ Es increíble ! ¿ Cómo vas a trabajar con el estómago vacío ? También el cerebro necesita comida para que funcione, chico. No es tan difícil comprarse unas barras de cereales o de chocolate, existen de todos tipos en los supermercados. Ten, toma, ¡ Y no te olvides llevar comida en tu cartera!
Y el alumno, ya con impaciencia le dice :
- Pero, señora, lo hace a propósito ¿o qué ?
- ¡ Glups ! se quedó corta la profesora
Y ya fuera de sí , acabó el alumno :
- ¡Es ramadán !
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