Llenas la tina.
Tres cuartos de su superficie.
El agua debe estar tibia.
Menos tibia de lo que acostumbras. Más fría.
Mientras la tina se llena, prendes un cigarro y la radio.
Pones un cd.
Te desvistes.
Introduces los pies.
Te pones de guata.
Metes la cabeza en el agua.
Sientes como una parte de tu cabello aún no se moja.
Aguantas 23 segundos (comienzas a pensar nada más que en el aire que no entra por tu nariz, ni por tu boca, ni por ningún otro lugar. Desesperas).
Sacas la cabeza.
Sostienes tu cuerpo con los brazos.
Cambias de posición.
Te preguntas por qué.
Y nadie te responde.
Nada te responde.
Nadie y nada.
Ninguno puede escuchar lo que piensas.
Ambos te ignoran.
Te preguntas por qué te preguntas por qué. Todo el tiempo.
No lo sabes.
Te sientes sucia.
Tu mente está sucia.
Y no puedes hacer que el agua entre a tu cerebro.
No importa cuanto tiempo sumerjas la cabeza.
Siempre sales de la tina sintiendo suciedad.
Y con el cuerpo arrugado.
Los oídos tapados.
Vives sola.
En un país que no es el tuyo.
Un país que no es tuyo pero te encanta.
Es tuyo, porque te encanta.
Un departamento. Pequeño.
Amas los espacios pequeños.
Les pones nombre.
Nombras a tu departamento.
Cuando la gente te pregunta dices: “hoy voy a pasar la noche con Amanda”.
Piensan que eres lesbiana.
Y no te interesa.
Reconoces la canción.
Empiezas a cantarla.
No te sabes la letra.
Pero cantas cada vez más fuerte.
Hace tiempo que no cantas.
Hace tiempo que no hablas.
Cosas básicas: “cuanto le debo”.
No importa cuantos años tengan las personas.
No importa el sexo del que sean.
Todas tienen ojos y manos.
Y boca.
No todas.
Pero sí todas las que conoces.
Miras tus calcetines mojados.
Y les pones nombre: “calcetines”.
Te ríes.
No eres tan idiota (¿qué no es idiota?).
No es idiota reír solo y de uno mismo.
Frecuentas bares.
Bares copados de gente.
Que por supuesto, no conoces. Te pone feliz.
Te emborrachas.
Y fumas mucho.
Casi siempre se te acerca alguien.
Generalmente no te gustan. Los hombres que se acercan.
A algunos les gusta el silencio.
Otros no lo soportan.
Muerdes sus labios. No lo resisten.
Parecen no sentir el aliento a alcohol y a nicotina.
Los llevas a casa.
Los miras (como si intentases ver algo más) y les tocas las manos (como si fueran las más suaves que hayas tocado jamás).
Ellos no te tocan.
A la gente no le gusta la ternura.
Suenan celulares.
Olvidos en el auto.
Asuntos pendientes y urgentes.
Se van (comienza a dolerte la soledad).
Escuchas como la puerta se cierra. Fuerte.
Llenas la tina.
Con el agua que cae.
De tus ojos.