Aquel guardalíneas se amotinó en el pedazo de cancha que le habían encomendado custodiar y nadie pudo sacarlo de allí. Él argumentaba que esa era su patria y que tenía derecho a establecerse en aquel territorio. Y haciendo flamear su bandera, ensayó un himno muy particular:
"Sólo bajo mi cadáver pasarán los dictadores
que desobedezcan la ley del off side.
Guardalínealandia es mi patria querida
y la defenderé con mi sangre impoluta" .
Y antes que la FIFA reaccionara, todos los guardalíneas de esa asociación enarbolaron la bandera de la emancipación y tomaron posesión de dicho territorio. Esa cancha quedó, pues, inhabilitada para jugarse cualquier partido y pronto, los guardalíneas se casaron con sus colegas mujeres y en un par de años, pequeños rapaces vestidos como sus padres, sólo atinaban a agitar sus pequeñas banderitas.
Varios años más tarde y después de una cruenta batalla en la que hubo bajas de todos lados, los guardalíneas lograron que la ONU reconociera ese territorio como una nación independiente y soberana, enclavada en el reducto de los Albos Vencedores, quienes, al verse imposibilitados de ocupar su estadio, construyeron otro en las cercanías.
De este modo, la nación más pequeña del mundo, Guardalínealandia, tan pequeña que cabe dentro de un estadio de fútbol, escribió su historia y si ustedes buscan en algún mapa cualquiera, podrán reconocerla por las gradas que la circundan…
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