Sabía que no era el paraíso, pero nunca había visto una mujer tan hermosa en toda mi vida. Ahora la recuerdo como si fuera ayer, y me doy cuenta de que solo fue un hermoso sueño que me robo el tiempo.

¡¡¡Díos mío!!!.

Si en mi corazón siempre lo supe. Pero es que parecía tan hermosa que todo lo llenaba en mi alma y yo tal vez solo era un soñador de aventuras pintorescas de mediados de siglo, que me parecía tan increíble vivir este episodio en mi vida, y que me dejé llevar en las manos de mi entonces hermoso destino, sin siquiera saber que al final no fue mas que una hermosa ilusión que se la llevó el viento de un verano cualquiera.

Si me preguntan ahora como pasó todo, tendría que responderles que casi no me acuerdo de como fue que llegó ella a mi vida, así tan de repente., pero que fue dejando en mi vida algo mágico que me ha acompañado por siempre.

¡¡¡Andrea Martínez Ribera.!!!

Ese era su nombre.

Aunque yo solía llamarle “Andreita”. Al principio no le agradó mucho, pero pronto se acostumbró a el.

De “Andreita” me quedaron guardados en mi mente muchos recuerdos hermosos y también tristes. A veces me siento sobre la hierba fresca de mi jardín y la recuerdo en silencio, cuando la observé por primera vez caminando por los amplios pasillos de aquella enorme biblioteca. Mi corazón se estremeció extrañamente como queriéndome alertarme de un grave peligro, pero mi mirada la seguía con cuidado mientras se interesaba en los libros viejos de uno de aquellos largos pasillos que llegaban hasta la ventana de una bulliciosa calle de aquella ciudad de San José.. Al fin se detuvo frente a uno de aquellos libros, el mas inmenso de todos y la observé mientras le sacudía su polvorienta figura y al final intentó cargarlo con tan mala suerte para ella que este la golpeo y casi la derriba. La suerte fue para mi cuando corrí hacia ella y mientras la sujetaba le ayudé a levantar el inmenso libro y llevarlo hasta una de las muchas mesas que se había acomodado estratégicamente para las lecturas y fue ahí donde empezó nuestra hermosa amistad.

“Andreita“ era una chica muy delicada, parecía una rosa despertando al amanecer. Tendría unos veinte años de edad cuando le conocí. Su mirada era extraña como queriendo preguntar algo, pero nunca lo hacía. Esos ojos negros que parecían dejar en silencio todo el universo. Sus sonrisa irradiaba una alegría armoniosa, y aquellos hermosos labios que en mi primera impresión me dieron fogosos deseos de besarlos.

Creo que ella siempre lo adivinó, pero no dejaba ver mucho su entusiasmo ante mis arrebatos de seducción. Solo se limitaba a sonreír. Esa sonrisa que llenaba de alegría todo mi alma, como si fuera una deliciosa melodía tocada por los dioses del Olimpo.

Desde ese día que la conocí la seguí viendo todos los días en aquella biblioteca por mas de un mes. Pero un día ella desapareció de mi vida. Yo no se como no me interesé por pedirle que saliera conmigo o al menos el saber donde vivía o como podría verla otra vez, todo pasó tan de repente que no me percaté de que podía perderla.

Así pasaron los días y yo cada anochecer me acercaba a la biblioteca esperando verla otra vez tan hermosa. Pero ya hace mas de 20 años y no le he vuelto a ver.

Creo que siempre lo supe. Ese no era mi destino.