Un día descubrí el camino de mi vida. Tenía una pequeña estancia adornada con el rojo carnecí de las rosas y la azul escarcha de las violetas. Había un pequeño lago, de cristalinas aguas, y junto a el crecía un pequeño arbusto de doradas hojas verdes, radiante era el sol en el universo, y la luna iluminaba el pequeño lago al anochecer.

Parecía tan pequeño y triste mi mundo y me dio ansia de tener un mundo inmenso.

Y entonces me dejé llevar por el viento, que parecía tan fantasioso, y conocí otros muchos caminos que parecían tan bellos. Con inmensos jardines, lagunas de un azul intenso, miles de valles encantados, verdes praderas, ríos enormes y turbulentos, inmensas edificaciones y el inmenso mar, que pensé que todo eso era solo mío, todo era tan bello que parecía que el silencio no existía y así al fin olvidé el que pensara era mi triste camino.

En esos caminos me enamoré del rojo intenso de las rosas y de la azul escarcha de las violetas. Del azul del mar, solo recuerdo su rugir en aquellas interminables y mágicas noches de verano en que el sol al ocultarse dejaba iluminado todo el interminable paraíso. De las lluvias una música celestial que me hacía dormitar. Recuerdo la magia de la inmensa luna implacable en el universo y también recuerdo el sonido del silencio y el tiritar de las estrellas a lo lejos.

Hoy me encontré al fin mi camino, de seguro ya casi lo había olvidado. Estaba oscuro, y parecía estar muerto, pues nadie había caminado por el ya hacia mucho tiempo. Sabia que era mi camino, pues solo mi nombre se lograba distinguir. Miré hacia esos otros caminos y me di cuenta de que la luz de mi vida la había dejado regada sobre ellos. Entonces miré a lo largo el rojo de las rosas y el azul escarcha de las violetas y me di cuenta de que eran míos, y miré al mar y al universo y toda su belleza y me di cuenta de que eran míos.

Hoy quiero regresar a mi camino, quiero limpiarlo y darle nuevamente la vida. Recuerdo que, tenía una pequeña estancia adornada con el rojo de las rosas y la azul escarcha de las violetas. Había un pequeño lago, de cristalinas aguas, y junto a el crecía un pequeño arbusto de doradas hojas verdes, radiante era el sol en el universo, y la luna iluminaba el pequeño lago al anochecer. Ahora sé que realmente ese era mi camino, y quiero llevarle mi luz.

OH camino mío, perdona mis arrebatos y dame la fortaleza y la sabiduría para tenerte siempre presente. Quiero que de ahora en adelante seas mi guía. Tu serás mi camino y serás mi mundo.