Cuatro pasos delante de mí va él, midiendo cada centímetro de lo que sus ojos ven. Trato que se distraiga lo más posible, para poder escabullirme de aquí y ser libre; pero el miedo me atrapa. Quizás voltee y al ver mi decisión muestre sus dientes llenos de un incisivo: no. Lo admito, tengo pánico y mis manos sudan. Él camina tranquilo, yo con un peso en mis pies que saben a donde me llevan, justo donde empezó todo, justo hacia tinita.
El sabor es inevitable y él lo sabe. Todavía recuerdo la mañana cuando mi prima Sandra lo trajo a casa. Pequeño, indefenso. A tinita le pareció una rata y lo desprecio, yo lo protegí, lo eduqué, cuando ya supe que no crecería mas, lo deje en paz. Era muy chillón y no me servía, solo que una vez después de visitar a mis hijos, él me miró por primera vez, por lo menos de esa forma... Mi frente se lleno de sudor mientras, el pausadamente me insultaba. Yo no era cobarde y se lo demostré, después el juego creció y él tenía un objetivo. Yo tenía que rechazarlo; pero él es quien va delante. Cuatro pasos más delante de mí. La calle me interrumpe en mi cavilación, tanta gente y éste solo quiere a uno, la quiere a ella y fueron días y noches de tanto discutir y planear. Qué dirá mamá, qué dirá mi padrastro. Con que cara los mirare. ¡Mierda! ¿Donde estas Bodoke?
Un día sin bodoke.
Cada poste está en su lugar y en él, un cartel con su foto y mis datos. Mis ojos están hinchados y las lágrimas todavía sobran. En casa todos ven la televisión y yo aquí bajo la lluvia buscando al maldito perro. Con tanto esfuerzo que lo planeamos y ahora me abandona. Lo volveré a castigar, no habrá comida y el periódico envuelto ya está sobre la nevera. Sabrá que las cosas tienen un precio.
Standard Schnauzer. Color gris. Buena recompensa.
¿Qué estará haciendo?
Tinita está comiendo en la cocina cuando llamo a preguntar por si hay algo. Nada. No hay pistas. Dios santo, que no esté en alguna parte confesando lo que sabe. Dios, que no le pregunten. Cuatro vasos de agua he tomado y las ganas suben. La lluvia sigue cayendo y mis lágrimas ya se mezclan con mi baba. Cada grano de arena que hay bajo de mis zapatos están apuntando a este deseo de encontrar lo que me somete a seguir aquí, con ésta esperanza, cuando ésta es la puerta de la salvación. Dios, que no me escuche. Podría vomitar del asco que le produzco.
Dos cuadras más y ya la gente me mira raro, no es para más. Me sorprendo gritado su nombre en una esquina, cuando quiero reaccionar estoy pateando una puerta. Quiero que alguien salga para golpearlo, quizás ese espectáculo lo atraiga. Ya la tarde se esta volviendo noche y odio que eso pase. Llamo a casa y mi madre, la muy estupida me dice que los supere. !Que supere qué! mando a la mierda el celular cuando me pasan a mis hijos, al diablo sí se preocupan. Una cuadra más y la paciencia se agota. Mi zapato encuentra la venta de un carro, el que casi se lleva una caneca de basura donde puse la foto de bodoke.
Llego a casa y tinita me abraza. La odio, por su culpa él no está. Mamá me tapa los ojos mientras me dice que tiene una sorpresa y yo solo me limito a empujarla y cuando mi padrastro se acerca, lo único que hago es incrustarle mis llaves en su boca y nariz. Cae y tinita grita. Mamá ya en ese momento está inconsciente. Ahora solo somos los dos Tinita y yo. Ella trata de huir. La contengo con fuera y la hago notar que hablo en serio. Me preparo para salir con ella y justo allí en la puerta esta él. Sonriendo. Cambió el plan un poco; pero me jura que es para reafirmar mi carácter. Salimos los tres. La lluvia rompe los gritos y vamos tres cuadras arriba a mi apartamento, al nuevo cuarto de Tinita, donde podrá jugar feliz con bodoke.
Él va cuatro pasos delante de mí. Nunca detrás. Feliz y campante, mientras yo tengo miedo que él se aburra de mí.
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