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Inicio / Cuenteros Locales / estrac / Capítulo 2: Una Decisión

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El claro estaba rodeado de abetos y tenía piedras colocadas estratégicamente como asientos, como si existiese ahí desde hace varios siglos. La luna ya comenzaba a bajar y el silencio sepulcral podía asustar incluso al soldado más valiente. En el claro había nueve miembros de las cuatro razas dominantes antes de la llegada de La Legión de la Peste. Tres elfos, dos orcos y un enano. Cada raza junta, pero separada del resto por una distancia mayor que un movimiento veloz de una espada. Era zona de paz, pero no de estupidez. Había un espacio vacío, que era, lógicamente, el reservado para los humanos. Estos, sin más preámbulos, se sentaron.

Ezalor estaba calmado, casi se esbozaba una sonrisa en su rostro. Rylai, recién saliendo de su asombro, parecía intranquila. Buscaba la mirada de Ezalor para conseguir parte de su tranquilidad. Este, o no se daba cuenta, o simplemente la ignoraba. En cambio Purist, tenso a más no dar, dudaba si debía desfondar su mazo y estar preparado, o mantener cerrada la boca y sobrevivir a la reunión. Más tarde saldaría cuentas con Ezalor, de eso podía estar seguro. Optó por una tercera opción: mantener una mano en el mazo y un ojo en el resto de la junta.

El primer elfo era el más alto de los tres, era calvo pero poseía una barba violeta que reflejaba que, aún para ser elfo, era bastante viejo. Estaba vestido con pieles de venado, su capucha tenía los cuernos de estos mismos y llevaba una vara larga consigo. El segundo elfo era una mujer de hermosas facciones. Linda cabellera negra, sus rasgos faciales perfectamente formados, su cuerpo muy bien dotado. Vestía un peto, falda y botas de cuero, pero llevaba sus brazos y hombros desnudos. Tenía un arco descolgado, pero apoyado en el suelo y tomado con una mano. El tercer elfo era bastante peculiar. Tenía el pelo negro pero estaba tomado formándole un moño que sobresalía por sobre de su cabeza. En su cara tenía una cicatriz que le cruzaba el ojo derecho, pero que no le quitaba la belleza propia de su raza. Iba con el torso desnudo lo que mostraba un cuerpo fornido. Solamente estaba vestido con unos pantalones y una botas, ambos manufacturadas por hombres. Estaba armado con dos espadas exóticas. Estas tenían la empuñadura por el centro y hojas curvas hacía ambos lados. Parecía que éste era el más tenso de los tres elfos, ya que no había soltado en lo más mínimo sus armas.

El primer orco era bastante ancho y su musculatura se notaba a kilómetros de distancia. Su cara estaba semi tapada por una piel de lobo que usaba como antifaz y capa. Aparte de la capa, llevaba un taparrabo y unas botas. En su pecho había una cicatriz de unos veinte centímetros, la cual daba entender su gran experiencia en batalla. Iba armado con un par de hachas, las que tenía guardadas en sus cintos, respectivamente. El segundo orco era más bien delgado, pero eso no significa que no tuviese su musculatura bien marcada. Es más, se notaba que era más ágil que su compañero. Además estaba pintado totalmente de rojo. Estaba totalmente desnudo, salvo por un taparrabo y la funda de su arma que le cruzaba toda la espalda. Esta era una espada ligeramente curva y larga, como una katana.

El enano llevaba una capucha azul, la que tapaba mayormente su pelo gris. Tenía también bigotes y barba gris que le colgaban sueltos hasta la altura del estomago. Traía puesto una cota de mallas, unos pantalones, botas y guantes. Iba armado con un rifle de doble cañón, el que tenía apoyado en el suelo sin preocuparse mayormente por sus vecinos, o al menos eso aparentaba.
El silencio era incomodo. Purist estaba perdiendo la paciencia y apretaba con fuerza su martillo. Todos se miraban a los ojos tratando de descubrir qué pensaba el resto. Los elfos tenían una mirada severa pero aparentemente tranquila. El enano parecía calmado y con la paciencia del que tiene mucho tiempo por delante. Por otro lado, los orcos estaban aún más intranquilos que Purist, no estaban quietos en ningún momento y se podía ver como sus músculos se tensaban cada vez más. De pronto el orco de la katana se puso de pie.

- No tenemos ni la paciencia ni el tiempo para estos juegos de miradas – partió diciendo – Yo soy Yurnero.
- Creo señores y señorita, que estoy de acuerdo con el orco – se encontró diciendo así mismo Purist – Me gustaría que me explicasen mejor de qué se trata todo esto.
- Lo que mi compañero trata de decir es – se apuró en agregar Ezalor – que deberíamos dar a conocer la situación de nuestras razas, para así poder entendernos mejor mutuamente… Por cierto, él es Purist, ella Rylai y mi nombre es Ezalor.
- Veo que los humanos tienen cada vez una manera más extraña de dar a conocer lo que quieren decir – respondió el elfo de las pieles de venado - Juraría haber entendido que Purist no tenía la más remota idea que hacía aquí.
- Independiente de cómo se exprese el maese Purist, es necesario empezar por lo que vinimos aquí – dijo el enano de una manera conciliatoria – Soy Kardel, hijo de Körndal, conocido entre los míos como Sharpeye. Fui elegido como representante para asistir a esta reunión, donde debo vigilar que los derechos de los enanos serán cuidados adecuadamente. Supongo que deberíamos empezar a “picar la piedra” de esta situación. Conocemos ya a los humanos y a Yurnero, pero nos están faltando nuestros queridos elfos y las distinguidas hachas. ¿Podrían darnos sus nombres?
- Rexxar – respondió el orco con desprecio.
- Mirana Nightshade y Mágina – dijo sonriendo el elfo de las pieles señalando a sus compañeros – Y mi nombre es Furion Stormrage.

Mirana y Mágina se sobresaltaron, no esperaban que dijese su nombre así no más. Pensaban que iba a crearse algún nombre falso, pero eso no sucedió. Aún así, su nombre había pasado desapercibido para el humano y la humana, pero no ocurrió lo mismo con el resto. El enano, los orcos y el espectro humano estaban asombrados. No podían creer fuese realmente él.

- Veo que mi reputación me antecede – dijo Furion con autoridad y firmeza – Si señores, soy quien creen… y vengo personalmente a hacer de esta reunión algo provechoso para todas las razas y, especialmente, para la naturaleza. Vamos directo al grano, nuestra raza, los elfos, ya no son lo que fue. No podemos repetir la historia de la Legión de Fuego. No tenemos el poder ni el conocimiento para lograrlo. Los enanos y los orcos, aunque son grandes luchadores, no son comparación para este enemigo que está más fuerte día a día. Los humanos, soberbia raza que promete un esplendoroso futuro si controlase ese enorme orgullo, están recién naciendo. Les falta conocimiento y experiencia para enfrentarse a un enemigo como la Legión de la Peste. Eso es lo que no tiene cada raza… pero el mayor problema en común es que somos fuertemente inferiores en número a esta amenaza – se tomó una pausa y agregó – Ahora, si nuestras razas trabajasen juntas solucionaríamos, en parte, el problema de la cantidad y, en gran medida, el de calidad. Piensen por un segundo. La experiencia élfica, la tecnología enana, la fiereza orca y el ingenio humano… todas trabajando en conjunto para un bien mayor. Trabajando juntas por la vida, erradicando a los muertos vivientes y demonios de nuestra tierra. Y cuando digo nuestra no me refiero a las élficas, ¡sino que a las de la alianza! ¡POR LA LIBERTAD Y LA VIDA!

Tras ese breve discurso el silencio volvió a reinar en el claro. Ya no había un aire de desconfianza. Pareciera que los presentes meditaban profundamente lo dicho por Furion. Todos necesitaban ayuda, pero existían odios de largos años acumulados que eran difíciles de olvidar. De repente, una cabeza se levanto decidida. A Purist se le había ocurrido algo que no podía dejar pasar.

- Bonitas palabras elfo – Mirana y Ezalor parecían horrorizados por la manera de cómo trató a Furion, Mágina sostuvo más fuerte sus medialunas – ¿Pero cómo sabemos que van a ser más que eso? Ustedes siempre se han creído superiores al resto. ¿Qué nos garantiza que esto es una alianza y no una forma de los elfos para usarnos?
- Calma Mágina, no sabe lo que dice, pero no es tonto – dijo Furion cómo si el resto no le escuchase, luego agregó dirigiendo su mirada directa a Purist – Hablas de una manera imprudente humano. Pero tus dudas son validas. Es verdad que nosotros durante siglos nos creímos superiores, y sin duda lo fuimos – Purist desconfiaba cada vez más del elfo - No me mires de esa forma y escucha. Fuimos superiores en poder y conocimiento durante siglos. Eso se debe a que vivimos más y estamos desde antes que ustedes en esta tierra. Pero nuestro error consistió en creernos superiores en dignidad al resto de las criaturas, desde los insectos hasta los dragones. Hasta el día de hoy pagamos caro nuestro error. ¿sabes cuál es la razón de porqué los elfos ya no somos el pueblo glorioso de antes? La respuesta, de una manera muy simple, es por el orgullo que tú nos acusas ahora. Pero dime ¿acaso no es lo mismo que le ocurre a los humanos hoy en día con los Gnolls, Fulborgs, Draeneis, Goblins, Trolls, Pandarians, entre tantos otros? – el rostro severo de Purist fue perdiendo fuerza – Ves Purist… nosotros cometimos errores, pero la naturaleza nos enseñó a la fuerza. La soberbia racial no es una piedra con la cual los elfos nos vallamos a tropezar de nuevo… No importa cuanto hable de nuestros errores, al final sólo será tu decisión creernos o no. Pero lo que no puedes ignorar son las cientos de familias humanas que serán asesinadas por la Legión si los humanos trabajan solos. Por lo visto ¿te queda alguna opción diferente que confiar en nosotros?

Purist volvió a bajar la cabeza. Furion tenía razón. No le importaban los errores de los elfos, pero no podía soportar la idea de ser el responsable de la muerte de cientos de humanos. Esa sensación era más fuerte que su odio por colaborar con elfos o incluso orcos. No quería admitirlo, pero sabía que la única solución era esta alianza.

- Aún así, no importa lo que yo piense – dijo Purist – no soy el cabecilla de los sobrevivientes humanos. No es a mí a quien tienen que convencer.
- ¿Qué hay de los otros entonces? – pregunto Furion refiriéndose a los enanos y orcos.
- Yo la apruebo y la considero necesaria – respondió Kardel – volveré con mi pueblo para convencer a mis reyes, aunque creo que no va a ser necesario. La idea de conseguir aliados se estaba barajando hace bastante tiempo entre mi raza.
- Por nosotros, debemos preguntarlo al overlord, pero la horda estará dispuesta a estar a la altura de la realidad – aseguró Yurnero.
- Bien, entonces esto es lo que haremos – dijo pensativo Furion – Kardel volverá con los enanos con Mágina, en señal de buena fe. Luego… - fue interrumpido por un enorme tigre blanco que había saltado dentro del claro.
- ¿Qué ocurre Winter? – le preguntó rápidamente Mirana acercándose a él, tocándole la cabeza y cerrando los ojos. Luego de unos segundos los abrió y dijo – Vienen hacía acá. ¡Prepárense!

Texto agregado el 14-09-2007, y leído por 88 visitantes. (0 votos)


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