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Era increíble, aquel hombre lleno de vitalidad y energía comenzaba a consumirse como un cirio.
Habían sido más de 10 años de trabajo conjunto los que habían forjado entre ellos una amistad a prueba del tiempo, se habían vuelto inseparables y cada uno sabía cuando otro estaba pasando por un mal momento y necesitaba de ayuda. ¿Que no habían hecho juntos?. No habían sido pocas las veces que habían trabajado largos días en la preparación de un experimento para al final todos unidos preparar en el polígono los circuitos de detonación, los sistemas de control y las cargas explosivas, entonces nadie se preocupaba de quien era especialista en hardware, en software, en explosivos, en física o en química, todos trabajaban como los dedos de un guante con una sola idea, con una coordinación absoluta, el sol los castigaba a todos por igual y al final disfrutaban por igual de los resultados del experimento, entonces se felicitaban por los logros después de proferir gritos de entusiasmo al ver los resultados. No faltaba la risa oportuna y espontánea, como cuando uno de ellos al filmar los resultados obtenidos sobre el terreno decía la frase “el terreno a quedado mullido”, entonces la hilaridad era colectiva. Tampoco faltaron las reuniones del colectivo con las botellas de ron que rociaban las golosinas y saladitos preparados por las esposas, o las canciones de Silvio cantadas al son de una guitarra que el manejaba con destreza.
Y ahora sabían que se estaba muriendo, que lo había minado un cáncer, que como una bomba de acción retardada había comenzado a estallar en su interior destruyéndolo poco a poco. Luchaba sobre aquella cama de hospital como un gladiador por su vida y sin embargo se iba, era irremisible. Durante meses lo acompañaron en el hospital junto a su esposa y alimentaron juntos la esperanza de que fuera un error y de que se recuperaría dejando solo el mal recuerdo de los días de incertidumbre y enfermedad. Una promesa flotaba en el ambiente,- cuando terminemos con esto y te recuperes nos vamos a tomar una caja de cervezas. Pero al final murió, tan delgado ya, que no era el, entonces no hubo lagrimas en los ojos, no eran necesarias, todos sabían que en el futuro ya nada sería igual. Entonces todos comprendieron que nada hermana más a los hombres que el trabajo colectivo, las comunes esperanzas y los sueños no alcanzados.

Texto agregado el 22-03-2004, y leído por 120 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-03-2004 Me agradó, quizá por que toca algunas viejas cicatrices. Edheneus
 
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