Viejos robles, castaños singulares,
musgos, piedras y cuentos escondidos,
en el bosque se ocultan, en sus nidos
guardan conxuro de los dioses lares.
¿Quién podrá visitar esos lugares
con el alma y el cuerpo sometidos
por antiguas heridas, agredidos
por impiedad y hastío, armas letales?
Cántame, libre. Libre de temores.
La oscuridad revitaliza, aporta
serenas luces, fuera sinsabores.
Sueña también, arqueológica musa,
Rivera de nostalgias y de amores,
Sherazade, mi ninfa sinuosa.
(...)
¿Qué saben de tierras,
de duendes y trasgos?
De la cara manchada,
de la ropa mojada,
de los cantos sublimes de aquellos ángeles
que narran por igual
Felicidad y Tristeza
como si fueran uno.
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