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Brilla el tiempo cuando no imagina lo incandescente que lo augura. El cielo se cubre de nubes, ennegreciendo la ciudad, las calles huelen a humedad y el destino prepara un tenue escenario dónde desvanecer el chaparrón. Las ruedas de la bicicleta resbalan sobre el asfalto, al ser frenadas por Fabricio, un muchacho joven, de cabello rubio y ojos castaños, que llevaba un sobre en la mano, hasta el momento del impacto.

Fabricio trabaja de lunes a sábados en la mensajería del pueblito más próximo a Santa Rosa. Todas las mañanas se encarga de llevar la correspondencia que retira cada lunes temprano, del correo central de la ciudad. Su vida se volvió rutinaria y aburrida, desde el momento que se alejó de Elvira. Siempre la recuerda con la sonrisa y la danza de su alma. Una mujercita tan delicada y predispuesta a su amor. Jamás borrará aquel día que partió, besándola en la mejilla y nunca más regresó. Sentía que su inmadurez, no lograba sostener la relación que ella le brindaba, y la abandonó, para encontrarse en los días subsiguientes en una soledad tan profunda, a pesar de tener a su familia y sus amigos consigo, que el arrepentimiento de no haber podido hacerla feliz, le carcome hasta entonces.

La vida, en muy poco tiempo, lo hizo crecer a los golpes. Pero nunca, jamás, dejó de recordarla un solo día, una sola noche; en los meses de tormento que lo invadieron, silencioso, y de vez en cuando con algunas lágrimas, le escribía cartas para sentirla cerca en la distancia que él mismo implantó. Guardó cada una de ellas, en un baúl que sólo abría para sumar su angustia, pero que luego no se atrevía a releer.

Se alejó, pero su vida giraba en torno a los recuerdos que tenía impregnados en el cuerpo de su bellísima Elvira. No pudo volver a besar otros labios, ni rozar otra piel. Sólo olía la suya, con la imaginación y el amor infantil que solía ofrecerle.

Una madrugada, Fabricio soñaba y se despertó con palpitaciones. El sueño lo ahogaba en cada respiración, e indicaba que debía ir a buscarla. Se sentó a meditar un momento. Qué era ese sentimiento tan fuerte, que necesitaba correr hacia ella. Luchaba internamente para no pensar en esa locura. De guiarse por su sueño, no dudaría un instante en ir a rendirse a los brazos de su amada.
Se arrimó de rodillas al baúl de tantos meses de penas y dolor, iba a empaquetar todas sus cartas, hasta que la taquicardia le impedía no actuar torpemente, los nervios le disminuían la motricidad, por lo que decidió calmarse. Se sentó de espaldas al baúl, apoyándose en él, tomó un bolígrafo y un papel, y escribió...

Unificó todas aquellas letras en una sola carta, envolviéndola en un sobre. Era un domingo gris. Decidido, montó su bicicleta, con el fin de llegar a Elvira y decirle su verdad; seguramente era tarde, pero no podía callar más.
Creía en el destino y siempre supo que este día vendría. Su sueño fue preciso, no debería esperar más, y un impulso arrebatado lo condujo a ponerse en marcha.

Al salir, miró hacia el cielo que prometía enfurecer, entró a su casa a ponerse el piloto, sosteniendo el sobre en la mano, y partió.
A tres cuadras de encontrarse con Elvira, Fabricio escucha un estruendo que anunciaba, alevosamente, el acercamiento de un auto a alta velocidad. El asfalto estaba húmedo y al frenar en la esquina, resbalaron las ruedas de la bicicleta, produciéndose el impacto.

Fabricio, quedó desplomado en el parabrisas del auto, con un fuerte golpe en la cabeza, del cuál nunca despertó. El sobre, voló por el aire y cayó en el asfalto. Una mujer que a una cuadra vislumbró el impacto, se acercó. Vio al muchacho y lloró, recogió el sobre del piso, al instante que se oyó un trueno como una explosión. El cielo se ennegreció aún más, comenzó a gotear.
La mujer abre el sobre para leer su contenido. Una vez leída, su llanto y el chaparrón, desvanecieron la tinta, y hasta se iba desintegrando el papel.

Elvira soltó la carta, acarició su panza que hacía ocho meses gestaba una vida de abandono, y entre el dolor y la conmoción dijo:_ El destino era otro, “tu padre nunca nos dejó”.

)-(

Texto agregado el 13-09-2007, y leído por 335 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
28-09-2007 muy bueno, leyendo las criticas anteriores, coincido con zumm. Y personalmente prefiero finales melodramaticos a rosas. un abrazo peinpot
24-09-2007 Suy muy bueno, el escrito y tan cierto que una persona sigue pensando en la persona que no supo aprevechar por su inmadurez, pero bueno en fin me alegro que te hallas puesto a escribir, un beso enorme, te amare siempre jifv
22-09-2007 Excelente Suyi, me dieron ganas de llorar... No alcanza con escribir bien, si no saber llevar un texto, y elegir buenas temáticas. Te pasaste besos!! parzival
20-09-2007 Hermosa historia, bien narrada y yo me pregunto ¿Porqué yo como lector debo adivinar las explicaciones y calificativos de un relato de otra autoría? La autora con sus explicaciones nos da su sentir al crear esta obra. Me gustó mucho y te dejo 5 estrellas. zumm
18-09-2007 El miedo fabrica tragedias, el destino un maldito capricho de la vida. Un beso: asno
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