Se nos había acabado el rock y las chicas hacía rato que buscaban una excusa para salir de allí. Nos jodimos los bolsillos contratando a esas putillas y ahora sólo podíamos mirar como se encaminaban una y otra vez al cuarto de baño.
Aspiraban y salían.
Me pregunté porqué coños no se la metían allí mismo, y al momento supe que era para no tener que compartir su mercancía con dos carcamales a punto de caer al pozo.
Jack miraba de reojo la lata de cerveza que tenía al frente pero era incapaz de incorporarse para cogerla. Intenté ayudarle lanzando una patada a la mesa. Y la puntería, fina y eficaz, hizo que fuese a parar a la frente de la putilla más alta.
Salía sangre, le bañaba la parte derecha de la cara y ella apenas si lo notaba.
--Cabrón, me has manchado el pantalón –uno blanco que revelaba la poca consistencia de sus muslos.
--A la mierda el pantalón, puta –logré contestar
En otras condiciones hubiese acertado un placaje pero la fiera llegó de pleno y sus uñas hicieron el resto de la complicada operación.
Jack se reía y la más baja también, aquello la incitaba más. Sus delicadas manos apretaron con justicia mi entrepierna y en el primitivo y bondadoso efecto de la supervivencia logré estamparla contra la pared del fondo.
--Que os jodan – y tanto su colega como ella salieron sin cerrar la puerta.
--Tenemos que cerrarla –dijo Jack.
Vivíamos a pie de calle, la arteria de un barrio de quinta donde incluso los perros trapicheaban.
Me arrastré con cuidado, y antes de llegar entró Carl.
--¡La puta! –Exclamó--, pero si tenemos carne fresca de primera calidad.
--Gracias –contesté
--¿Dónde está la pasta?
--Pues mira, si sigues la línea roja y ese excelente olor a puta barata de seguro la encuentras.
--Te lo advertí amigo, y ahora voy a tener que cobrar.
--Vete al baño –le dije todavía en el piso --, apuesto a que si barres bien la superficie del tanque encontrarás algo para que te pongas a tono.
--¿Te haces el graciosillo conmigo?
--Coño, dos halagos en una misma noche, hoy debo estar con la estrella.
Jack se vomitó encima y lo que salió de allí parecía lo que ponían sobre las pizzas en el local de Rita.
--Tengo una idea –dijo el Jack que apenas podía levantar la cabeza--. Hemos sido muy desconsiderados con nuestra visita, pero ya lo arreglé…, corre a la cocina Carl, sé bueno y busca un cuenco grande, o una bolsa, pero corre joder que esto se enfría.
Al momento supe que quien se lo iba a comer era el propio Jack.
Sin embargo Jack, el Jack que salvaba el culo siempre en el último momento, sacó una pistola y le atinó en plena rodilla.
--Se llama Mina –me dijo acariciando el arma como si fuese un cachorro--, la encontré en medio de la calle, muerta de frío la pobre
Carl gritaba y yo en un esplendido movimiento de gusano logré finiquitar mi labor.
--Creo que me voy a quedar aquí –le dije; escuché otro disparo y los gritos cesaron.
--Si no ponemos el pasador nos van a joder igual.
--A la mierda Jack, tenemos a Mina.
--Mina está cansada.
--No jodas.
Iba a levantarme, pero en medio del proceso, la puerta me dio en la nariz.
--Caramba, qué buen ambiente te has montado por aquí –era Julia y sus ciento y tantos kilos --, y que bonito tatuaje tienes en la cara amor mío.
--¿Qué quieres ahora?
--Tengo hambre.
Jack iba a desplegar la lengua, pero se quedó callado, la dama se merecía un respeto.
--Sírvete joder – le dije lo más amable que pude, la hermanita del jefe se lo merecía como nadie.
Escuché como abría la nevera y se zampaba lo único que no estaba podrido: Un litro de leche.
--¿No la tienes desnatada?
--Chúpame la polla --, volví a la amabilidad.
Julia no percibió la sutileza de la frase y sus pisadas hacía mí hicieron retumbar la estancia.
--Oye Julia –la llamó Jack--, quiero presentarte a una amiguita.
Otro disparo y un nuevo cadáver en medio del salón.
--¿Qué quieres hacer Jack? ¿Un cementerio?
Aquello nos dio risa.
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