Todo arte tiene dicha en su desdicha, en cuanto palpa inspiraciones menos remotas, a saber, un piso donde apoyar la figura enclenque de la desmotivación en la rutina aciaga de manearse una y otra vez con los mismos términos, las mismas salsas reformuladas que no dejan de ser las mismas, con mínimas alteraciones de sabor.

De ahí que todo ensueño o el fantaseo fatuo pueda entenderse como rebuzno ingenuo, o ingenio maltrecho, algo de esta búsqueda ratonil de querer olvidar por un momento el vacío taxativo de ciertos resquicios de la realidad donde nos acodamos como cucarachas por miedo a ver la luz.

¿Qué hay en la insignia que cargo sobre el pecho como marca doliente de nuestra pertenencia a algo que ni siquiera hemos criticado lo suficiente?, ¿Por quién me abandero o nos abanderamos para defender puntos de vista que tantas veces nos han revuelto nuevamente el estómago y, sin embargo, los repetimos hasta el cansancio?, ¿Hasta cuándo, me pregunto, nos dejamos que nos piensen y no nos pensamos?

Es como cuando esperamos, muy bien sentados, que llegue alguien más a decirnos que ya no deberíamos ir por esa huella. Y aún en conocimiento de la decisión, no la hemos tomado por miedo a asombrarnos en otros lados y ahí esperábamos a que la sombra fuera lo suficientemente obscura como para creerla noche y deliberadamente decir esto no da para más, me retiro… cuando nadie me ve partir, escondido, encubierto, vergonzoso.

Cuando no se quiere más de eso comienzo a buscar. Eclecticismo; pero la búsqueda no está muchas veces en las vivencias o experiencias ni desenfrenadas ni flemáticas sino en las letras, las imágenes, algo que otros vieron que no logre dilucidar que pudiera ayudar a descubrirme. El otro y lo Otro, que suele en sus expresiones manifestar lo suyo abyecto que se ha tapado de norma y rectitud. Se destapa en su arte, se reviste, se colorea, se florea, se luce… orgulloso, bello, pleno. Desde luego ubicuo, lo cual no es malo, cuando decimos asumidamente que arte es la vida si me propongo en ella expresarlo todo. Arte como parte de todas las partes, incluso aquellos artes que no me lo parecen tanto y siguen siéndolo porque para la denominación, ojos, manos y sentimientos de otro lo es.

Puedo optar desde luego. Me ensombro o me asombro. Me visto o me desvisto. Me sueño o me vivo.

Y en ello tomo la decisión de volver a leer, desde el alma, a los que me enseñaron a utilizar las palabras y en algunas oportunidades a inventarlas.

Hoy es hoy, en silencio líterorítmico.

Después quizás la creación y el palabreo tengan otro matiz, otro cuenco donde verterse.