Hay un heroe en casa IV
Biografia novelada, inspirada en la vida de Emil Bergman.
(Resumen)
‘A Micenas no solo debe viajarse para atestiguar la verdad de la historia… ( ) Y subir las escaleras de mármol desgastadas por los siglos, sintiendo que se asciende al sendero de los héroes’
Javier Reverte, en Corazón de Ulises
La música militar de la SS ‘Leibstandarte’ preferida por Adolf Hitler fue conformada en el año 1933 y la banda llamada: la Adolf Hitler's Bodyguard División, o Leibstandarte-SS, fue considerada como la banda de música militar más famosa del III Reich antes de la II Guerra Mundial, en sus negros uniformes ceremoniales y bajo la batuta de Hermann Muller _ John y su asistente SS Hauptscharführer Gustav Weissenborn, fue llevada a sus más altos niveles por los integrantes de esta destacada unidad de las Waffen SS y tan conocida dentro de los anales de los crímenes de guerra.
Oath of Allegiance, Horst Wessel Lied, Die Landpartie, Edelweis, In Den Ostwind Hebt Die Fahnen, Bruder in Zechen und Gruben, Es Pfeift von Allen Dächern, Deutschland, Deutschland uber Alles. Cualquiera de estas canciones le sonaba en los oídos como una nana impetuosa de horror y crimen*.
Se despertó varias veces en la noche, daba vueltas en la camilla, en realidad no podía dormir. Las pesadillas volvían una y otra vez. Un secreto muy recóndito se escondía en el trasfondo de esa molesta situación. Veía los tanques de guerra como dinosaurios de un aberrante Jurásico, ya cansados caminando hacia rumbo incierto, exhalando de sus fauces humo blanco en un remolino intenso que impedía la visión. El divisar el más mínimo objeto se hacía una tarea ardua. Niebla, pedazos de objetos por todas partes; incinerados, adulterados, carcomidos por algún ácido que sometía a la materia a su antojo. Todo mezclado y en pedazos que no se sabía si era carne cruda, el cerebro de algún animal muerto, el corazón de algún hombre o el miedo que se reflejaba en ellos. Nada limpio, ni de buena presencia. Nada planchado, escurrido ni lavado. Menos, maquillado. Nada producido.
La realidad desnuda mostrada sin escrúpulos. El morbo que años mas tarde se vendería por televisión, la llamada prensa amarilla a pedir de boca. Piezas de relojes de Dalí como tortillas españolas sobre cuerpos desnudos y aves muertas. Cuadros pictóricos de un Picasso aún más doliente. Los guarnicas que no sucumben ante el precio módico de ojos que no ven ni sienten. Porque es bueno no sentir en las guerras, muy bueno para la salud intestinal. Cuando los esfínteres se llenan se puede sostener la nota hasta que explotara el universo de boñiga. Todo mezclado y disperso, sin sentido o con uno diferente. Animales, tal vez, mas lo que huyeron a tiempo. Incluso los hombres lo son ante la guerra, salvo que llevan su desgracia y esperanza como amuletos de la buena suerte. Buscando equilibrio, compasión, escondiendo el dolor como si fuera vergüenza partirse en gajos de naranjas, como si sería razonable buscar un sentido a la existencia. Vómito y saliva llovidos sobre los cristales de los edificios y casas, en la ciudad llamada sufrimiento, de un país donde no se regresa. Quitar el bostezo de esa saliva de un dios muerto. La fiebre ahora lo envolvía en frazadas que eran también lengüetas de fuego, mientras Heráclito lo miraba con aire compasivo. Pero, Emil no necesitaba compasión, ni que nadie se burlara de su maldita suerte, decirle no a los sueños recurrentes era como estar sobre una tabla de surf en medio del mar, entre olas infinitas, en medio de las alturas entre las garras de Poseidón. No, no debo de dejarme vencer por el dolor porque este no salva, no necesito ser salvado de nadie ni por nadie. El Eterno ha muerto conmigo y yo con él y con todos mis queridos difuntos. La nada no toma la nada. Qué soy, que fui, después de esto, otra nada y otra lengüeta de fuego y otro yo que se bifurca, mas no llora...
Señor Emil, despiértese, ha tenido usted otra pesadilla. El médico de cabecera le aconseja cambiar de pastillas y quizá de terapia. Mire, han venido a visitarlo. Pero, primero le haremos dar una ducha por el enfermero de turno. No se agobie, cálmese, no ha pasado nada.
En la mente de Emil, sonaban campanadas del concepto escuchado: Nada, no ha pasado nada. Por aquí no ha pasado nada. La enfermera le seguía insistiendo, nada aquí no ha pasado nada....
¿Qué ocurrió? Creí que había visitado Micenas, que ascendía una caracola de mármol donde vivía la historia…
Señor Bergman, usted estaba visitando una panadería cuando se desmayó y lo trajeron a este hospital, dijo la enfermera del turno nuevo, porque la que estaba se había marchado.
Ah! Sí, ahora lo recuerdo...A ver trataré de hilvanar…
Yo di vueltas por el mundo entero y como judío, me complace visitar las Sinagogas sobre todo para ver el arte que se presenta en el Templo. También como las Iglesias cristianas, hay mucho de arte. ¿Y por qué? Porque la nuestra había sido restaurada dos o tres años antes de la guerra. Estuvo cerrada un par de años por esta magnífica causa.
Recuerdo a un cristiano, quizá de origen soviético, apodado Kochiko que al igual que Miguel Ángel en la Santa Sede se subía a una escalera infinita para culminar los preciosos detalles sobre parajes bíblicos que había pintado extraordinariamente sobre el techo. También hizo los doce signos zodiacales sobre un cielo profundo y luminarias esplendentes. Y me llamó la atención que durante el tiempo de trabajo no haya tomado ni una gota de vodka, tan entusiasmado estaba con su arte bíblico, ¡ja, ja, aj, ja!
El motivo que más recuerdo es el pasaje de Abraham, cuando el ángel trata de detener su mano y evitar la muerte de su hijo por pedido del Eterno. Me emociona tanto la vivencia de este recuerdo que es inevitable el temblor de mis labios al describir aquella magnífica e incomparable obra. Como decía, yo he viajado por el mundo, mas no he visto una labor similar en ningún lugar, que se comparara a nuestra Sinagoga en la parte central de la ciudad, con sus figuras que semejaban al mármol de Carrara en derredor de la misma y dos leones que portaban los Diez Mandamientos.
Claro, Kochiko había puesto empeño en ejercer su arte decorativo, aunque para nuestra fe, no hay que adorar figuras como muñecas, por ejemplo el rostro del mensajero angélico se escondía entre un ramaje de un frondoso árbol, que sería de la vida...
Y le diré más, ahora que visito en este año de 1991 Polonia, encuentro a nuestro amado Templo convertido en una frívola panadería. Y me dirá usted, ¿por qué me siento así?...Será por que los alemanes de una cultura en general más elevada hicieron de ellas salones de fiesta y agasajos en la época de la Segunda Guerra. Pero, los polacos, mira que hay que tener tupé, ¿eh?...La pintaron de blanco con una espantosa mano de cal, cubriendo esos magníficos murales de Kochiko, digo, los que a él le llevo tanto tiempo... ¿Qué me dice ahora, usted? ¿No le daría más rabia?... Entonces cuando estuve arriba del negocio de venta de panes, donde era la azarat nashim o lugar de plegarias de las mujeres, allí estaba el almacén donde se acopia la harina y que me dice usted, me salió al tiro una rata de cola larga y bigotes sorprendentes, cosa que detesto tanto esos mamíferos roedores y llegó una empleada, polaca rústica y grita: ¿Adónde van? Yo estaba acompañado por mi hermano. Y le respondí de inmediato: ¿No había otro lugar mejor donde hacer una panadería que aquí? Y ella muy dispuesta con un mazo en la mano me chilló: ¡bájese o lo tiro!...De nuevo yo, le aclare: claro, los panes son más ricos aquí...Y entonces subió el jefe, otra amenaza y luego, me desvanecí...
Mire, yo no soy persona religiosa, pero hacer una panadería de un lugar así... ¿no le parece?...Claro, claro yo le había enviado a mi hermano que visitara primero nuestra ciudad y al contarme lo sucedido, que por otra parte ya me lo imaginaba: de que no quedaba piedra sobre piedra, ni alma sobre alma…Me dio por fin coraje para aceptar viajar y mire…
Bueno, los polacos hasta la fecha han utilizado nuestros Templos para edificios de bomberos y afines... Ahora que recuerdo, siguió Emil en su relato ante las preguntas, en la época el nazismo venía ya desde arriba.
Los judíos no podíamos trabajar en lugares públicos, ser policías o de seguridad; pero la vida no era mala para nosotros, que no teníamos nada en contra de ellos, me refiero a los cristianos de Polonia.
Si uno recibía un golpe, pues lo dábamos de regreso. Por lo menos en mi ciudad era así. Los cristianos necesitaban de nosotros y nosotros de ellos; quienes compraban al fiado y luego pagaban en nuestros negocios...
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