Desde niña soñaba con encontrarme en el páramo tranquilo de la intención creativa. Sumemos la necesidad de serenidad que denota querer transmitir lo más personal y lo más mundano con la misma intensidad. No buscaba llenarme de laureles ni recibir el reconocimiento de la gente. Más si, reconocerme imperfecta y en continuo crecimiento hacia los caminos más crudos de la palabra.

Buscaba y busco aun encontrarme tras cada verbo que plasmo en el papel y que brota del alma misma del corazón y por qué no, del ingenio. Me descubrí alguna vez perdida, tratando de hacerme conocer tras mi palabra pero muy pronto comprendí que si esa era la meta no había buenos destinos ya que el horizonte era chato y falto de matices.

Recorrí los senderos oscuros hasta encontrarme sola con la magia que requiere beber de la palabra su esencia más profunda para entender el por qué de esta necesidad de vivir escribiendo y de hacer de esto una forma de vida, no un pasatiempo fútil de un inseguro que busca estrellas o buenos comentarios sino la de encontrarme frente a frente con la vida empuñando palabras verdaderas.

Día a día percibo mi propia necesidad de mejorar, de no quedarme en el lloroso papel de víctima inocente, porque seamos sinceros, hace mucho que perdimos la inocencia, hoy solo nos queda la hombría de enfrentar la vida de frente y hacernos cargo de ella, erguidos.

Si habrán tratado de quebrarle las piernas a mis sueños. Pero no dejar que lo consigan te deja un sabor muy dulce en la palabra. Trascendiendo más allá de todo odio, desconfianza o desamor.

Soñaba, y aun sueño con encontrarme lejos, muy lejos de toda necesidad intrínseca de aplausos y así beberme una a una la esencia íntima de cada palabra y de volcarla carnal en el papel para trascender más allá de mi misma.

Soñaba y sueño con que mi verbo me supere intensamente, tanto que ya no importa quien sea yo, quienes son mis amigos, cuales son mis defectos o porque debo escribir para sentir que en el mundo aun existe algo más allá del mutismo del silencio.