El cognac dejó de ser suficiente, en el vaso ya juega a no ser. Otra mano acaricia una lumbre gris que apenas entibia herrumbres y yerba. En la opaca botella la borra reza un Vía Crucis inexperto de amargas historias. Los brazos del sillón me arropan al son de arrugadas quejas.

Un aliento húmedo desgarra cortinas, presagia torrentes de esferitas cristalinas, billones, desiguales. Gatos ébano acurrucados en el firmamento bailan la lluvia de las mil danzas. Fuego libre juega a la Rayuela hasta mañana, pelirrojo atardecer acoge dos corazones azulinos.

Narcotizado por el humo de mis propias emociones, desafiando estaciones que detrás quedaron heridas, impávidas por nuestra constancia a brasas y miel; inviernos y otoños reaparecen sin palabras, al menos conjugan verbos en pasado y futuro envueltos en un té y un cortado, simbolizan un ayer bonsai de diez años.

Desde tules y brumas aparece un caparazón maruti, bermejo. Piamontés apura un guiño impreciso. Quien espera baraja sin trampas, sabe que ha repartido su mejor mano, quiere que el reloj de arena montado sobre el sabio caracol sólo se detenga una vez, para siempre. El mazo tiene minutos eternos y un solo comodín, el otro se fue silbando caramelos con uno, o dos, de los gatos bailarines (nadie sabe qué va a hacer un comodín).

Maruti navega ondulando sobre aguas bronce que lo mantienen vivo. Hay savia dentro, abundante. En sus entrañas, la atmósfera es argamasa de almíbar y emoción. La penumbra comienza despacito a ponerse pícara, le hace cosquillas al jardín eterno, el que está al frente de tu casa. Nunca lo había visto, lo acaricié con ojos ávidos y dejó de ser de todos para ser de nuestro.

El reloj destiló su último grano, el caracol dejó de rodar, solloza el olvido de lo cotidiano. El instante se hizo infinito, arpas y tulipanes se encienden para exorcizar la quietud de querer que siempre sea así. Dos latidos inunda el bermejo caparazón. Las palabras son doradas, los ojos sinceran un tibio arrope, el aroma a jazmines sin paraguas devuelve eternas esperanzas ... ¿acaso ella no es verde?

Palabras vacías de silencio, silencio a colibríes, dos entes sin principio, un final abierto al Sol de los Tiempos. Más allá de Egipto ... violines y vino bordó, fundirán sus sonrisas sin rutinas en un mar de lágrimas a sal y gloria.

La astuta realidad se ha quebrado, ahora camina con dos muletas: Poesía y Fantasía. La Magia existe, no es esquiva, es pura imaginación. No tiene barreras, su límite es el Deseo. Decidió quedarse.así, entre nosotros.

Mañana el caracol sabrá. Garúa blues.


Maruti
Nano Gutierrez