EL CABALLO
La empedrada carretera que daba hacia el río, era muy dura de recorrer, la pequeña niña llevaba sus sandalias casi hechas pedazos, su cara toda mugrosa, su boca seca por la sed.Como anhelaba un poco de agua que mojara sus labios ,una sombra donde sentarse y quizás dormirse un poco, descansar, de ese largo viaje. Un día antes, se había robado un pedazo de pan en el mercado y esto la había orillado a emprender la huida, rápidamente sin siquiera decir adiós a los otros niños con los que dormía, así tristemente, tuvo que caminar hasta llegar a este tramo, un poco alejado de todo.
Las piernas ya casi se le doblaban del dolor, de tanto caminar, su mirada dejaba ver una infinita tristeza y un constante temor, además tenia mucha hambre, ¿lo que daría por un buen pedazo de carne! ¿lo que fuera! pero quería comer, el río aun quedaba lejos, al menos, cuando llegara calmaría su sed, que amenazaba con hacerla perder la razón, quizás también podría bañarse y descansar y sobre todo orinar, pues tenia rato aguantándose las ganas y después buscaría algo para comer…
Atardecía cuando logro llegar al río, cerca andaba un caballo que mordisqueaba las ramas a su paso tranquilamente, su mente se tornaba por ratos desquiciada, estaba segura de comérselo, de no ser porque a su edad no podría matarlo, para satisfacer su necesidad de hambre ,lo observaba, el caballo ni siquiera reparaba en la extraña y ella pensaba mil formas sobre como asesinarlo, pero sobre todo como cocinarlo, quizás si tuviera una estufa, podría hacerlo con tomate o revolver su carne con huevo, o quizás…que caso tenia? El caballo estaba vivo y ella no tenia las fuerzas para cazarlo…se quedo dormida, soñando con sentir el sabor exquisito de esa suculenta carne.
Al despertar, no veía el caballo por ningún lado, decidió lavarse la cara, estaba demasiado mugrosa y sus pies algo lastimados se sentó a la orilla del rió, a consentir un rato sus pies. Tenia que emprender el camino, no sabia adonde ni por donde pero tenia que seguir, a su pueblo no podía regresar la esperaban los gendarmes así, que emprendió el andar por el monte, pues por la carretera llamaría la atención, de pronto encontró una caja de cartón y en ella descubrió con terror los ojos cristalizados del caballo, el hambre volvió con toda su fuerza y como loca, empezó a atragantarse con el mientras por su boca, escurría la sangre deliciosa del equino.
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