Y se fue, tratando de que nadie la viera, escondiéndose entre los objetos y las paredes, era la segunda vez que se caía en el día, estaba sucia y muy magullada. Sentía mucha vergüenza por estar así, vergüenza y culpa. ¿Por qué había intentado escapar otra vez si sabía que era peligroso?
¡Pasó primero rozando la mesada Iba zigzagueando, como borracha, sin rumbo fijo…a los tumbos!
Luego sintió que se golpeaba contra la punta de la pared, le dolió pero trató de no emitir sonido alguno para que no la descubrieran.
Se detuvo un instante para observarse. La zona del golpe se estaba volviendo negra e inflamada. Tuvo miedo, nunca se había sentido tan mal, pero había visto lo que le pasaba a otras cuando sufrían ese tipo de golpe tratando de escapar.
Se quedó escondida entre la cocina y la pared que daba al patio del fondo, desde allí podía oler la hierba fresca.
Trató de relajarse y pensar. Estaba segura que si no hacía ruidos y se quedaba quieta no la encontrarían tan fácilmente.
¡Ah! ¡Si pudiera escapar! ¡Ver el sol, respirar el aire cálido del otoño! ¡Hacía tanto tiempo que las tenían en esos lugares tan fríos!
Le preocupaba el golpe, se veía muy mal esa zona, ahora supuraba un líquido en la parte mas magullada y lo negro se había empezado a agrietar, como si la piel se fuera a abrir. Se olió buscando un diagnóstico más exacto. Estaba mal.
¿Cuánto tiempo resistiría en esas condiciones, sin atención?
Respiró más despacio tratando de relajarse, aplicó todo lo que sabía de cómo manejar y controlar el dolor y de a poco se fue adormeciendo.
Horas más tarde se despertó. Se sentía muy dolorida. Tenía que ser fuerte y aguantar, por lo menos hasta que llegara la noche, y todos se fueran a dormir. Tal vez allí pudiera intentarlo nuevamente.
Se quedó inmóvil allí, en ese rincón, rezando para que no la vieran y entró rápidamente, en un estado de sopor y ensueño, efecto de su misma debilidad y fiebre. Se durmió nuevamente.
Al amanecer, intentó salir de su escondite, escabullirse, antes de que todos en la casa empezaran a levantarse y la descubrieran, pero no pudo. Estaba muy débil. Debajo de ella sintió la humedad de sus propios líquidos. Volvió a entregarse al sopor.
A las 8 entre sueños pudo escuchar los gritos de los chicos que se iban al colegio.
A la hora, la volvieron a despertar ruidos conocidos, quiso moverse aunque ya no tenía energía para nada más que respirar.
Cerró los ojos, e imaginó no estar allí, volver a la chacra, entre las plantas, sentir el olor de la tierra mojada, el canto de los pájaros, la caricia del sol.
No pudo nada. Inerte estaba cuando la vio venir, con toda su fuerza y su furia directamente hacia ella. La gran escoba apareció barriendo, arrasando con todo lo que encontraba a su paso. Ni se detuvo a analizar la posibilidad de que aun estuviera viva, se olvidó, no tuvo en cuenta para nada que ella era una de las mas ricas manzanas de exportación, que había sido cuidadosamente elegida entre las mejores, que era de formas perfectas, que su perfume era único, que había viajado desde lejos, que representaba a todo un pueblo. Se olvido de todo eso, y solo vio una manzana podrida allí, en un rincón, caída de la heladera seguramente.
La empujó con fuerza hasta la pala y con ella la llevó al tarro y la volcó en él.
Ella jadeó por el dolor que la invadía, quiso gritar, pedir ayuda, pero ya no pudo, cerró por última vez los ojos y expiró.
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