Que mañana , qué despertar...


( ... para los que gustan de leer largo y tendido).



¡Que Mañana!
Cuando pasaba en nuestro País, Lo Que Pasaba.
Ahora es fácil descifrarlo: tengo 38 años.
Aún no salía de mi casa, de padres que trabajaban en las noches, mi madre corría en una “mini”, usaba unos blue-jeans apretados, y odiaba verla irse cada noche, con una mochila cargada, ¿de qué sería…?

Cuando, hace más de 30 años, yo tenía 8 creo, mi vieja se las arreglaba junto a mi padre, que era carnicero en la clandestinidad o mercado negro, para vender la carne de animales que en nuestro patio él mismo mataba, cortaba y le ponía ordenadamente precio y paquete. De eso vivíamos, del trabajo clandestino de dos jóvenes con cuatro crios.

Con Ocho años, qué te importa, de qué se come, de qué se vive, pero yo, extraña desde mi nacimiento, si lo veía, me lo cuestionaba, miraba a tanta gente que hacía largas colas, mi madre no las hacía, parece que tenía santos en alguna de esas cortes, no sé, ella y él parece que con la matanza de animales se las arreglaban muy bien, pero los Hombres, me preguntaba, con ocho años encima, los hombres que tienen frió, que no tienen comida, que los señores carabineros se llevan,…¿Mamá, qué pasará con esos hombres?...

Nunca me dieron respuestas.

¡Con ocho años qué te importa!

Esta mañana, cuando camino a mi trabajo, con horario fijo, sueldo estable, calor y café cada una hora, pasé por donde Veinte Hombres, estaban parados frente a una pequeña caseta de madera, la lluvia era tal que sus cuerpos se desfiguraban, no se lograba ver sus rostros, pero yo los miré detenidamente por largo rato, lo hice gracias a que mi caminar lo hice tan lento, silencioso y respetuoso, que ellos no notaron la inquietud que me provocaron.

Fue como regresar treinta años en un instante, con sus manos sin guantes, cubriendo sus bocas por donde se notaba un leve vapor de frío, pero era más que eso, lo noté, era el vapor de todos sus cuerpos mojados. Era vapor de impotencia; ellos esperaban, al parecer una respuesta de trabajo, para llevar la comida a casa, para la leña que tan necesaria es en esta época de invierno en el sur ¿será en todas partes? perdón no lo sé, yo sólo estoy en este pueblo.

Sentí tanto dolor, traté de mirar mejor sus rostros, ninguno hablaba, algunos se alejaban del grupo y fumaban, otros en sus bicicletas se apoyaban pero ninguno sonreía, ninguno mostraba ni un leve gesto de alegría, rabia o pena, pensé…
“Esto no puede ser, estamos en el año 2006, pleno siglo XXI, bueno da lo mismo; estamos ... Y esto me parecía escena de hace treinta años”

Me compungí pensando qué harán si no les dan ese trabajo miré las obras, ¡No alcanzará para todos!, qué harán los que tendrán que volver a sus hogares sin pan, sin ganas de hablar, qué harán para pagar sus deudas, para dar de comer a sus familias, ¡si no alcanzarán!.
No era necesario ser matemático, ni menos ingeniero para saber que esos Hombres estaban esperando bajo la lluvia, el frío, la impotencia, y la inquietud, ¡Nada!.

Al pasar muy cerca de dos de ellos, los saludé con la mejor de mis sonrisas, con todo mi respeto. Mientras me alejaba con el pecho apretado, con ganas de tener tanto dinero y poder darle a cada cual lo justo, lo parejo. Pensé en mi Padre, en su casa, en sus cuadros, en sus llaves, en que a esa hora de la mañana, gracias a la vida, él estaba con su mujer en su cama, abrazándola. Me dije, y tú mujer, te quejas, del trabajo, te cansas de todos los días, de la lluvia, de los hombres que te entregan mentiras. ¡Mira, ya no eres una niña! Esta es la vida, esas manos moradas de frío, necesitadas de un digno trabajo y salario, esta es la vida. ¿Será que tanto no merezco? ¡Será que la vida nunca nos repartirá a todos lo justo!

Llegué al Colegio, miré los ojitos de mis niños, y me reconforté, tratando todo el día de hacerlos sentir importantes, queridos y reconocidos, ya que tristemente sé, que muchos de esos pajaritos, estarán, en algún momento, como esos Veinte Hombres, esperando, en alguna parte con frío, impotencia y cansancio, en este Pueblo o en otra parte del mundo, su puesto.


¡Que mañana, que despertar!

Trayenko.