Soy Mario Bros., después de superar obstáculos, de rozar nubes y de aplastar enemigos, llegué finalmente a un castillo, pero la princesa que rescaté me dijo que no era la verdadera, que debía seguir buscando. Empecé mi búsqueda de nuevo en un universo diferente y más peligroso que el anterior. Llegué otra vez a un castillo y la historia se repitió. Tuve que empezar de nuevo, como un condenado a soñar la misma pesadilla cada noche. Por desgracia, nunca aprendí a tener 100 vidas y siempre caía al vacío o al fuego antes de llegar al último castillo, aquél donde se encontraba mi princesa verdadera. Mi misión se complicaba y el tiempo se acortaba, los números llegaban cada vez más rápido al cero. Un día, después de muchos intentos, finalmente encontré el último castillo, donde -pensaba yo- me esperaba mi princesa, el fin último de mi vida. Sin embargo, no fui tan buen jugador como Luigi, quien llegó primero y se la llevó a un lugar que desconozco.
Ahora estoy aquí, solo, en un castillo abandonado, con una montaña de monedas y aún dos vidas. El fuego se ha apagado, los dragones se han ido. No hay nadie a quien rescatar y nadie que pueda rescatarme. No puedo tirarme al vacío o al fuego, ni siquiera hay una mísera tortuga de la que me pueda dejar vencer. Desearía morir de algún modo. Soy Mario Bros, estoy solo en un castillo, sin princesa ni dragones y aún tengo dos vidas.
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