(Dedicado a Marcela, Clepsidra)
Pacífico Volcan
de ignota geografía
que derrama su lava iridiscente
-bella pero candente,
abrasadora-
por las laderas de exóticas Tierras.
Diferentes, pero tan similares...
Eterna duda,
perpetuo exilio
de ninguna parte,
y de todas.
Caminas sobre el viento,
descalza.
Arropada de versos y metáforas,
de palabras agudas, lacerantes,
dulces, suaves...
Vestida tan sólo con tu alma,
que derrocha su fe,
que la comparte:
La defiende con la razón del loco,
pues la locura es sólo incomprensión
de mundos condenados al fracaso
por mezquinos, por zafios e insolentes.
Sin embargo Marcela,
tan amable,
incapaz de ocultar
su desbordante,
femenina voz,
-tallada en el cristal
de Centroeuropa,
pulida entre los sabios ecuménicos,
clásicos Héroes,
de la edad de Oro,
habitante orgullosa
de las orillas del Río de la Plata,
cercana a Sepharad,
de pensamiento,
vecina del Jordán-,
adorna el mundo,
lo hace más habitable,
más vivible,
confensando verdad tras verdad cruda.
Desnuda, como ella.
Que la Verdad,
con poco aditamento,
resplandece
como una estrella Guía.
Y el Norte no se infiere,
se asevera. |