Hagamos un pacto: riamos juntos cada vez que sea necesario, lloremos en el hombro del otro cuando estemos tristes, seamos felices cada que la vida le sonría a uno de los dos, existamos sólo en esos pequeños e inmortales momentos que nos regalan las circunstancias, seamos irónicos, utópicos, matemáticos, complemento del otro.
Hagamos un pacto: hablemos, hablemos si nos sentimos mal, si estamos tristes, felices, qué más da, hablemos, hablemos de las estrellas, de la luna, de cuánto es dos más dos, si eso nos hace pintar sonrisas sobre caras inexpresivas o apagadas; hablemos de todo y nada, da igual, sólo hablemos, seamos lo que el otro necesita en esos momentos en que la vida se quita el aburrimiento jugando con nosotros, seamos tormenta de alegría, brisa de calor que rodee nuestros cuerpos y los proteja de la soledad, seamos un torbellino con la tristeza, seamos dos contra el mundo que al fin algún día hemos de ganar, seamos bastón si el otro no puede caminar, seamos repelente de la injusticia que es la vida sin alguien en quien confiar.
Hagamos un pacto: empecemos a regalar sonrisas, guardemos las lágrimas, corramos por el mundo sabiendo que no estamos solos, que existimos y somos casi únicos, gritemos que nunca más sentiremos dolor, porque hemos de reír sobre de él, no miremos hacia atrás, ahí no está la solución a nada, caminemos lado a lado hacia delante, empujémonos si es necesario, al fin que un buen día hemos de llegar a aquel arco iris.
Hagamos un pacto: nunca nos daremos por vencidos, siempre lucharemos contra todo obstáculo con tal de ver al otro feliz, congelemos al mundo si el momento lo amerita, olvidemos las penas, los lamentos, las caras largas, dejemos todo menos la alegría por detrás nuestro, huyamos y compremos boletos sólo de ida a la luna, quién quiere la vuelta? Hagamos con las nubes algodones de azúcar y endulcémonos la vida, los días grises pintémoslos de azul, morado, amarillo, rojo, y comamos cuanto chocolate queramos, niña hagamos un pacto, el pacto de que nunca nos abandonaremos.
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