Te siento, dibujas despacio el recreo de tu voz nadando en mis entrañas, me tienes, arrebatas los suspiros dentro de tu ser en un destello puro e infinito. Mientras callas, mis dedos se entrometen dentro tuyo, despacio, en círculos concéntricos, deslizas un suspiro tenue que recojo con mis labios, me besas, abrazo el terciopelo de tu lengua expuesta a mis sentidos en suaves caricias de felicidad. Me atrapas dentro de tu boca, en mí, riendo al borde de mis pechos que nadan tu mirada, me extiendo en un murmullo que lo devora todo, inhalas, exhalas, en un aliento que transgrede lo sagrado. Detrás las sábanas aguardan un respiro que no llega mientras se adaptan al fondo y a las formas.
Me acoplo a tu sentir entrando y saliendo de tu vientre, te abres, respiras, dilatas el celo de tu piel bajo mis huellas, vuelvo a empezar, te como erecto bajo el goce de mis labios, lamo tu piel, desnudo lo sensual que se desliza por tu espalda, te mojo, me adentro en un gemido delicioso que late en el espasmo, suspiras, te pierdes, construyo un eco que recorre tus debilidades, me abrazas, sonríes, mientras tu boca derrama su dulzor bañándome en tus jugos. Ante tu sexo mi lengua se enfurece, resbala, desafía lo erecto, entra, sale, abre, muerde, desliza el tiempo de tu piel que se convierte en lágrimas. Y la noche duerme en su espesura como un cosquilleo de estrellas que nos declina el alma.
Ana Cecilia.
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