Siempre estaré a tu lado- susurraste un día, una noche a mi oído- Siempre estaré contigo. Y ahora no se si acaso no fue tan solo un sueño el que provocó mi delirio, y ya no siquiera si muero o vivo, pero tengo claro que si estas a mi lado, te has convertido en nada, en sombras de pesadilla bajo la almohada.

Por eso, me he dicho, no debo escribirte un poema, ni tan siquiera un verso, ni una palabra que me recuerde tus besos. Y por eso son rectas hoy, y también justas, mis letras, y si riman las frases o las líneas, no son mas que casualidades, como las de nuestro cruce de vidas. Quiero decirte, ahora que me he liberado ya de todos mis miedos, de aquellos que me atenazaban la garganta y el corazón, que te he querido, que te quiero y que, por suerte o por desgracia, te querré por siempre. Y que has sido durante un tiempo mi luz, mi estrella guiadora en alta mar, y también a veces has sido los mas oscuros de mis propios demonios. Y yo... creo que siempre he sido tu sombra. Y, todo apunta a ello, ese es el papel que me tocará representar por siempre: seré aquella vieja sombra guardada en tu baúl de los recuerdos. Tu no me quieres, y a mi ahora ya no me importa, pues nada poseo, ni esperanzas siquiera quedan este viejo corazón muerto y a la vez mas vivo que nunca.

Por eso, me temo, están son mis ultimas palabras, pues mi reloj ha agotado los minutos, y no acepta adaptarse al lento movimiento de las horas, ni dejarse llevar a la deriva por las olas. Así, el minutero será mi guillotina, y moriré aplastado por el peso de días y días. Y se que nadie se dará cuenta, ni nadie notará mi ausencia, pues seguiré caminando y comiendo cuando así lo requiera, pero tu y yo sabemos que estaré muerto: tu me sepultarás en el cementerio de tus recuerdos, y yo me ahogaré bajo el mar de los míos.

Tan solo queda, pues, despedirme, y pedirte como ultima voluntad (aquella que me arrebataste hace ya tiempo) un digno entierro, un beso de despedida, y algunas flores de vez en cuando.