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Tema: "Un día negro"

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UNA NOCHE DE FERIA
margarita-zamudio

Al principio, la cosa fue bien. Nos divertimos bailando y bebiendo; mi hermana y yo, refrescos, pero Fernando, el novio de mi hermana, fue echándose al coleto ese vino ligero y fresquito que se bebe en la Feria, que no marea, dicen, pero que te lleva poco a poco a desdibujar los colores de un día azul que podía convertirse en negro. Y así fue. Cuando intentamos encontrar el coche en el inmenso aparcamiento al aire libre y mal iluminado, no pudimos encontrarlo, Fernando se enfureció, y cuando intentó saltar un pequeño montículo, se le enredaron los pies y cayó cuan largo era.

Hubo que llevarlo al hospital en un taxi. Por el camino, una chica tirada en el suelo nos dijo “Por favor, llévenme con ustedes, que me he caído de la moto”. No tuvimos alma de dejarla allí, sobre el césped y la llevamos con nosotros al hospital. Las circunstancias, el alcohol ingerido la hora y sobre todo, el calor, contribuyeron a que se produjera el siguiente diálogo casi surrealista:

—“Por favor”, llamen a mi madre, que estará muy preocupada—exclamó la chica medio llorando.
—¿No llevas móvil?— le pregunté yo.
—Me lo dejé en casa.
—¿A quién se le ocurre olvidarse el móvil!—gritó Fernando con voz aguardentosa.
—A mí—respondimos a la vez mi hermana y yo.
—Cállense, por favor, que me están mareando—dijo el taxista.
—¡Usted es el que tiene que callarse! ¡Faltaba más!—explotó Fernando. Y diciendo esto, se sacó a duras penas las botas y arrojó unos horrorosos calcetines amarillos por la ventana, mientras decía :”!Estos son los culpables de todo!"

Necesitamos hacer un gran esfuerzo por contener la risa, no fuera que a Fernando se le nublaran más los colores por el alcohol.

La chica, tímidamente, preguntó:
—¿Falta mucho para el hospital?
— “¡Para qué?”¡Ahora lo entiendo!—gritó el chico—eres una ladrona, y el accidente fue una treta para robarnos.
Y así, entre gritos, frenazos, llantos e improperios, llegamos al hospital. Allí, en la sala de espera, continuó la tragicomedia, muy larga de contar. Tan sólo contaré el final:

La chica con una pierna enyesada, Fernando en una silla de ruedas, descalzo, vestido de flamenco y con las botas en las manos, mi hermana y yo, cada una en un banco, vestidas de faralaes, medio dormidas y con chorretones negros en nuestras caras mientras la claridad malva del amanecer entraba por lo ventanales.

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HOY, PRIMER DIA DE LABURO
gmmagdalena

Cómo la querré a Susanita que después de ocho años de novios me animé a decirle que me gustaría casarme si tuviera un trabajo fijo ¡Para qué lo habré dicho!

A los pocos días cayó con la noticia.

- Papá me dijo que te va a dar trabajo en la empresa, para ver si de una vez por todas hacés algo por tu vida.

Hoy empiezo y me quedé dormido.

- “Por favor”, no llegues tarde – había rogado Susana anoche.
- Ponete el traje gris, el que compraste para el casamiento de la Lita.
- “¿Para qué?” – es el traje que pensaba usar el día de nuestro casamiento. No me gusta gastar en ropa que luego no uso.
- ¿Cómo para qué? – su cara cambió del rosa natural que yo adoro, a un rojo violento que me dejó pensando si ése no será el color que tendré que ver todos los días del resto de mi vida después del casorio.

Debió notar mi cara de espanto porque enseguida se apretó a mí para decirme con voz melosa.

- Hacelo por mí papito ¿si? Mi tesorito no me va a hacer quedar mal ¿verdad?

Demás está decir que después de unos minutos yo estaba dispuesto a todo para quedar bien con mi aborrecido suegro. Pero eso fue anoche.

A medio vestir y sin peinar, salí como una luz del departamento. En el ascensor me encontré con la viuda del 4to. que me miraba con cara de gata hambrienta.

- Te esperé anoche – dijo con voz de reproche.
- No pude, estaba con diarrea – mentí alevosamente
- ¿diarrea es el nombre de la mosquita muerta de tu novia?

Me salvó la abuela del 2do. que subió parloteando. Al llegar a planta baja, escapé sin hacer caso a los chistidos de la gatuna viuda.

Corrí como alma que lleva el diablo hasta la parada del 60 y ...¡sorpresa! una cola de media cuadra. El último de la fila me miró con cara de resignación.

- Hay una manifestación y vienen atrasados.

Me alinee a la fila de ansiosos y desesperados que llegaríamos tarde al laburo. Miré la cara de algunos y me decidí.

- Si va a ser un día negro, que lo sea totalmente – pensé mientras me sacaba el saco, aflojaba la corbata y me cruzaba al Bar de Pedro a tomar un buen café y leer el diario

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PÉRDIDAS
gitanillo

Son las 12 del mediodía del 16 de agosto. Mis manos destrozadas están sangrando y mis ojos están heridos por el polvo porque desde hace 18 horas trato rabiosamente de apartar las piedras para encontrar a mi esposa María y a mi hijo de dos añitos, Óscar, entre las ruinas de lo que fue mi casa. El temblor los sacudió mientras ella le preparaba su papilla; yo había salido a comprar leche porque no había suficiente. Ahora todo está destruido, mi casa es una montaña de escombros, como las de mis vecinos, no hay calles, mi bella Pisco es pura desolación. No he podido llorar aún, sólo he gritado sus nombres un millón de veces.

Ellos están ahí abajo vivos o muertos y los voy a sacar, pero necesito ayuda para romper las paredes que cayeron sobre la sala en la que se encontraban. Nadie me escucha, la gente pasa sin verme y sin atender mis llamadas, solo oigo lamentos y gritos de dolor alrededor. Hace unas horas busqué a los miembros del ejército que vinieron a ayudarnos, pero andaban entre las ruinas de la Iglesia de Belén, desescombrando para sacar a tanta gente que quedó sepultada mientras rezaban.

-¡“Por favor”, vengan a ayudarme!- Les grité.- ¡Mi mujer y mi hijito están vivos bajo las piedras de mi casa!- No me atendieron.

Hace un momento vi como dos soldados sacaban al exterior tomada de los brazos, como una víctima más, la imagen maltrecha del Corazón de Jesús con medio cuerpo destrozado. En las caras de los que lo portaban se reflejaba algo parecido al orgullo y sin embargo yo solo podía ver humillación en la escena. Mientras esperaba ansiosamente la ayuda, miraba con toda mi rabia la impotencia de esa figura para evitar la muerte de tanta gente humilde e inocente. Las personas que ayer mismo le rezaban y rogaban, confiando en su infinito poder y misericordia ahora están muertas bajo su iglesia ¿”Para qué” entonces te rezábamos?- Casi grité- ¿Por qué nos hicieron creer que debíamos confiar en ti, que ahora estás igualmente herido por la sacudida? ¿Quienes hicieron que te vieras así tan patéticamente humillado?

En este día trágico, sin saber aún si encontraré vivos a los míos, ya sé que he perdido cosas que eran muy importantes para mí.

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SENTENCIADO
josef

Fuchio abrió pronto los ojos esa mañana, se asomó al ventanuco, y vio que hacía un día en general soleado. Eran las siete y media y sus arrozales situados a seis kilómetros del centro resplandecían con los primeros rayos del alba.
Desayunó con calma, mientras meditaba en qué lugar del sembrado había creído ver el día anterior el nido de víboras. Recogió los aperos, besó a su mujer y salió al campo.
Comenzó a caminar y se detuvo con sigilo, al sorprender picoteando en su parcela a una bandada de grullas de cabeza oscura – aves míticas y adoradas en Asia – pero al parecer no fue lo suficientemente silencioso, ya que apercibidas de su presencia, las aves emprendieron el vuelo de forma sutil y elegante. De todas formas sonrió satisfecho y prosiguió su camino mientras observaba los nuevos brotes de arroz.

Miró su reloj de bolsillo; las ocho y diez. Volvió su mirada a la izquierda y sobre un montón de rastrojo las descubrió. Desenvainó la guadaña y oyó el murmullo sordo del avión.
Protegiéndose la frente elevó la mirada y distinguió el aparato. No le prestó atención. ”¿Para qué?” Merecía acaso la pena una civilización que sólo traía disgustos y preocupaciones, se dijo para sí. Volvió a centrarse en las serpientes y cuando se disponía a propinar el mandoble se hizo de noche.
Asombrado, trató de mirar al firmamento en dirección a la ciudad, algo que hizo al tiempo que atacaba el nido de víboras. Un brillo cegador lo deslumbró, resbaló y cayó. Sintió la quemazón en un brazo, estremecido se incorporó, y mientras se apresaba la herida vio la nube ascender, escuchó el sonido de mil truenos retumbar y un violento vendaval lo elevó varios metros de espaldas.
Aterrizó sentado, chapoteando sobre el arrozal, preso de gran confusión. Aterrado, lo primero que pensó fue que los dioses castigaban la maldad de los hombres. Entonces, por la carretera procedente de Hiroshima, asistió aturdido a un desfile de almas en pena. Seres despellejados del color del carbón, muchos de ellos parcialmente mutilados, musitaban débiles quejidos o ni siquiera hablaban palabra mientras caminaban hacia ningún lugar...
Uno de ellos, renqueante, extendió sus manos llagadas y suplicó. “Por favor...” ¿Tienes... agua...?
Comenzó a llover. Era una lluvia sucia y oscura que olía a calcinado y tiñó el campo y los sembrados de un color negro de muerte…
Fuchio no pidió ayuda, comprendió que todo era inútil. Aquella mañana el mundo estaba sentenciado...

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Texto agregado el 05-09-2007, y leído por 246 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
08-09-2007 Gracias a todos, a los que me votaron o no y felicidades a mis compañeros. margarita-zamudio
07-09-2007 Felicitaciones... Todos ustedes son unos escritores excelentes. No hay dudas de ello. dainini
05-09-2007 Vaya cuarteto de lujo. m_a_g_d_a2000
05-09-2007 Muy buenos los cuatro, ¡felicitaciones a los ganadores! marielavit
05-09-2007 Excelentes los cuatro. Un tema y cuatro enfoques completamente distintos y válidos. A cada uno un ¡¡¡Bravo!!! ninive
 
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