Mis manos cayendo por acantilados


De espuma y de rocío, de contorsiones suaves y sonoras, puedo dibujar figuras por largo rato, puedo calibrar el viento y ponerlo a mi favor para que entre en mis cutículas y un gorgoteo incesante nos acompañe, es que a ti y a mi nos gusta la música, se me ocurre que puedo hacer una que otra danza y emitir uno que otro sonido con mis dedos largos… largos y a veces inútiles, pero ahora calmados pueden dirigirse solos, pueden soltarse de mi e ir entre las honduras de tu anatomía, armando secretos que será difícil que me los condensen, así intente una larga noche de insomnio su convencimiento, es que solo son mis manos y tú, mientras yo observo y me mantengo un poco distante pero contenta, te puedes dar cuenta por mi sonrisa, donde no hay dientes asomándose, como siempre lo suelen haber, y entonces dejo de reparar en mi sonrisa, para ver la tuya, que con tus ojos cerrados se hace mas visible mas próspera, porque si tus ojos estuvieran abiertos tendría entonces que describirlos y eso me tomaría más una noche, así que prefiero concentrar como la cadencia de mis palmas horizontales a tu espalda se van asomando, como te vas contagiando de su fulgor, como las vas acercando, invitando a componer una melodía silenciosa, hasta que al fin en el menor descuido cuando has agotado la espera mis manos van cayendo mientras la lluvia de mis cabellos las acompañan, sumándose en ángulo recto mi cintura y mi vientre, quedando luego en ciento ochenta, y mis manos evocadoras, a veces inexactas se balancean entre tu visión y tus hombros como queriendo indicarte que camino debo seguir, pero al parecer te entienden y se extienden copiosamente por tus brazos suaves y níveos cargados de abrazos, cargados del olor de mi cintura y de mi espalda, ahora ambos, dedos y brazos confeccionando espasmos, confeccionando sueños de ojitos cerrados y canciones con sonidos de besos y nariz rozando, entonces me confieso indefensa y terriblemente tuya.