Voy a empezar a despegar en verso,
como una mariposa pintada por Murillo,
con ciertas artimañas, auditoras de Museo.
Voy a cuajar en rima algunas frases,
coloreadas con paciencia, arte y gusto.
¡Que están las marrulleras que desbordan!
¿De qué viven los piojos? – me preguntan -
Y aunque pareciera que no tiene respuesta la pregunta,
son parásitos, gorrones, un ejército de inútiles,
cuervos que, entre los matorrales, aguardan
las alas de un verso volar, o la playa de un poema para posarse.
La verdad no se equivoca nunca en su aserto,
ni confunde las frutas de su huerto con un risco seco y negro.
Que las siemprevivas florecen en los campos,
como el faro alumbra la ruta de los barcos,
y el aguacero, firme y tenaz, cuaja la tierra en barro.
Con la luna nueva hay que podar pomares,
y echar redes a la mar, añejar algún recuerdo e inventar sueños,
sin que en demasía se dilaten, que no son buenos los inventos
que, traviesos, la razón atropellan, y el juicio matan.
Nubecita que ocultas tu decoro en la montaña
¡Que la malvasía sabe a primavera!
Y hay que desenterrar los mascarones olvidados,
aquellos que el silencio secuestró en su leyenda, en un paisaje,
o en la buganvilla alborotada, angostura de la dedicada hormiga,
siempre tan hacendosa, que nos regala a la postrer paciencia y galanura.
Y la torcaz echó a volar...
Ya sin miedo
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