Los besos se hacen agua dulce
cuando aparece el sol entre tus piernas dormidas,
he recordado miles de veces cómo sería tu ausencia perdida en mi piel,
hay momentos en que retrato lentamente artificios en tu vientre y rostros en tu espalda.

El sudor llena mis manos de tu olor lejano
como relámpagos en la piel,
mis hombros bailan al compás de tus vibraciones constantes,
ondulas mis cabellos con tus dientes
y rompes las cadenas de mis rodillas
con simplemente rozar el silencio de una noche.

Mi vientre se vuelve calor perpetuo
esperando que el día vuelva una vez más a comenzar,
y sigo danzando entre tinieblas sin temer perderme una vez más,
la tierra envuelve tus deseos
y los hace viajar por los vientos para llegar a mí, ya no puedes perder el compás sin olvidar tu nombre.

Te acaricié por las noches siendo un fantasma,
te seduje por los días siendo estrella perdida,
rocé tu piel con relámpagos de agonía en la vida pasada
y, en ésta,
sólo te entrego relámpagos de amor lejano.

Mueve tus caderas como puñales
que yo moveré montañas para llegar a ti alguna vez,
mi alma ha viajado por lugares que ni imaginas
y siempre encuentra el mismo camino: tú.
Miseria o riqueza qué más me da ahora.

Sigo entre tus pupilas
descubriendo tus sueños y deseos
como si fuera la última noche.
Sentada en un rincón de tu cuerpo soy mariposa y fuego.
Abrigada con tu sudor soy impaciencia y candor profundo.
Desde tu alma se prolonga mi cuerpo
y desde el silencio se expande tu mismo silencio.
Relámpagos en la piel como quimeras muertas de pasión olvidada,
como ilusiones concretas del silencio nocturno en el mar.
Sólo relámpagos se oyen al despertar de cada día, sólo en la piel.

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