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Era todo un personaje. Malsano, turbulento, de escupitajo fácil y mirada torva, el arrendador de mis padres era un hombre de pocos amigos y sí protagonista obligado de muchas reyertas. El trago le desordenaba sus hábitos y se tornaba en un personaje irascible, repleto de frases belicosas y puño desenfundado.

Pero también había espacio en su combativo corazón para las sutilezas. No fueron pocas las veces que se escuchó su voz aguardentosa entonando los tangos de la época. Era en esos momentos cuando se transformaba en un ente social y encendía el brasero para que las vecinas colocaran sus cacharros con agua, barría el largo pasillo y hasta sonreía con profusión. Entonces asomaban sus dientes afilados, engalanados con una que otra tapadura de oro.

-¡Pero que buenamoza que amaneció la vecinita!- piropeaba el ruiseñor y ensayaba un paso de baile. Las arrendadoras, sabiendo que esta amnistía duraba un jesús, le devolvían las sonrisas y aprovechaban de hacer sus menesteres, un tanto más relajadas y sin la angustia que un berrido de sus bebés le significara una oprobiosa reprimenda.

-El Vilches amaneció de buena- se dateaban las vecinas y se repartían por la enorme casona, algunas para tender sus pilchas en los tendederos y otras para sacar a asolear a sus críos y para compartir un par de copuchas sabrosas.

El Vilches tenía una familia numerosa con la que compartía las piezas delanteras. Eran cinco hombres y una niña juguetona que se asomaba a las ventanas de las vecinas para intercambiar saludos y hacerles morisquetas a los niños. Los muchachos se repartían su tiempo callejeando y haciendo sus tareas bajo la poco amenazadora presencia de una madre enfermiza.

-¡Al Vilches se lo llevan preso!- cuchicheó en la ventana de nuestra pieza, una de las vecinas. Efectivamente, una pareja de carabineros sacaba al hombre de su pieza y este, muy digno, decía con firmeza y como si sus palabras fueran pronunciadas para la posteridad: -¡La cárcel se ha hecho para el hombre, caramba! Entre sus brazos sujetaba un par de frazadas. La esposa gimoteaba y los muchachones se arremolinaban, tratando de impedir que se llevaran a su padre. Después se supo que el hombre se había trenzado a golpes con otro que sacó la peor parte y que lo denunció a la justicia.

Una semana más tarde, reapareció muy rozagante y más belicoso que nunca. La estadía en prisión sólo había exacerbado su naturaleza bravía y eso significaba que los inquilinos deberían mantenerse a buen recaudo para evitar los embates de mal genio.
Aún así, para sorpresa de todos, a los pocos días, reapareció el personaje dadivoso y condescendiente que la fortuna tanto les mezquinaba.

Ocurrió un hecho desgraciado. Se murió su pequeño Gabriel, el regalón que iluminaba sus días y entonces su alma se doblegó y sus desgarradores sollozos le partieron el alma a los que le acompañaron en este enorme dolor. Mas, todo evoluciona al ritmo de los días y, por lo mismo, la vida se fue recomponiendo para devolverles a cada uno lo suyo. Por lo tanto, más temprano que tarde, el arrendatario recuperó sus arrestos, la inquina volvió a dibujarse en sus facciones y su carácter beligerante lo traicionó en varias oportunidades. Era una escalada que no tenía buen pronóstico y por lo tanto, los inquilinos terminaron por mudarse uno a uno. Mis padres también lo hicieron y como no se fueron demasiado lejos, las noticias del Vilches no dejaron de llegar, alarmantes, como siempre.
Con los años, nos trasladamos a una casa definitiva y eso significó perder la huella de ese intranquilizante pasado.

Mucho tiempo después, cuando yo era un adulto, nos llegó la noticia de la muerte de aquel arrendador. Consecuente con la vida que llevó, su fin no pudo ser más escabroso. Supimos que aquella noche llegó a su casa pasado de copas y quiso golpear a su esposa. Y fue el Camilo, otro de sus regalones, quien no encontró mejor medio para apaciguarlo que enterrándole un afilado cuchillo en sus pulmones. Falleció a los pocos días juramentándose a vengar tamaña afrenta.

¿Qué infierno lo habrá recibido, que no haya sido peor al que él mismo se forjó?











Texto agregado el 04-09-2007, y leído por 249 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
11-11-2007 Un texto que es una estampa de antaño, me pareció ver las imágenes. ¡qué personaje! me encantó este relato. Un beso y mis estrellas. Magda gmmagdalena
07-09-2007 Realmente, el infierno lo "disfrutó", aquí en la tierra. Buen relato, excelente manejo de nuestro idioma y mejor ritmo. Te felicito. peco
 
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