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Inicio / Cuenteros Locales / juan-selva / Memorias de un nuevo caníbal (A la memoria de Andrés Caicedo)

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Caicedo me habló de Antígona
sus demonios se colaron en mi mente,
y esto...
no es más que un homenaje necrofílico


PG-18



Yo cómo demonios iba a saber desde cuando se me había metido en la cabeza la idea esa de comer carne humana. No, no había sido durante la tarde de películas en que en compañía de Leonardo y Andrés habíamos visto la saga completa de Hannibal Lecter; tampoco había sido en el momento que leí un texto que decía que “en el valle de Cauca (Colombia) el canibalismo se extendió entre las tribus aunque poseían amplias reservas animales y de cereales, sólo lo hacían por el sabor de la carne”. No sé, no fue en ninguno de esos momentos. Quizás era el animal que me habitaba o que había sido poseído, o cualquier pendejada por el estilo. El caso es que de cinco días para acá, el sentimiento y la dizque-necesidad se había hecho más fuerte.

Que yo sepa, caníbales han existido desde hace mucho tiempo, quizás la herencia genética dio un salto generacional-espacial-detiempo para posarse en mi recatadísima y súper social existencia. Como ya lo dije, de cinco días para acá, la idea me da vueltas una y otra vez, me imagino el sabor, algo totalmente diferente, no sé, sabor como a ancas de rana, a cerdo salvaje o a muchas otras cosas.

¡Ya!, ya lo recordé. Ya se de cuando a acá me entró esta fijación. Fue desde el día que hablé con Ana Lucía sobre Issei Sagawa, un japonés medio chaveto que se comió a la mujer de la que estaba enamorado, sólo para que nunca se fuera de él. Esa noche soñé que era Sagawa, un típico hombre oriental, de baja estatura, blanco amarilloso, con ojos que más se acercaban al fenotipo coreano que al japonés, boca pequeña y dientes grandes y con una cojera notoria en el pie izquierdo. Soñé que era Sagawa y que me estaba devorando a Karina, una ex-novia, y que a mi lado, Leonardo y Andrés estiraban sus manos mostrándome dos platos vacíos, como exigiéndome que les compartiera.

Si, fue desde ese día. Recuerdo además la respuesta que me dio Ana Lucía cuando le pregunte que a qué creía que sabe la carne humana. Ella, con su lógica de niña estudiosa, me respondió que seguramente el sabor dependía de lo que comieran durante su vida y remató diciendo que si es así ella se comería un hindú porque deben estar muy bien condimentados, lo que concluyó con una carcajada encantadora, de esas que sólo ella sabe soltar.

Poco a poco la idea me fue entrando en la cabeza, se me fue colando hasta el tuétano. Ya no había vuelta atrás. Probaría la carne humana a como diera lugar. En ese momento pensé que quizás todo sería más fácil si en mi ciudad viviera Georg Grossman, otro desequilibrado que mataba personas y con su carne hacia perros calientes que vendía en la estación del metro.

Planeé que haría lo mismo que hice en mi sueño, me comería a Karina, después de todo, ella tenía ciertas deudas conmigo, y cumpliendo mi nuevo fetiche, toda deuda quedaría saldada. Así que, haciendo uso de toda mi galantería – muy escasa por cierto- llamé a Karina y como sarcasmo planeado, la invité a comer hoy a mi casa.


Así, fue, a eso de las tres de la tarde dispuse todo. Primero la sedaría con formol, para que se quedara dormida, una vez sucediera esto, le hundiría el mejor cuchillo del set de chef de mi hermano en el pecho, buscando el corazón y después vendría la culminación del acto. Mi intención era solo comer, no sucedería nada más. Soy un desequilibrado controlado.

Finalmente, Karina llegó y se sentó a comer una especie de pizza vegetariana que había preparado porque ella sería la carne del menú. Pero llegado el momento no pude. Aún puede más el humano que la bestia, el demonio. No pude hacer nada, así que, con una mezcla de frustración y malhumor, invite a Karina a que se fuera. Ella no entendía dentro de su mal humor, que mi lado humano le estaba salvando la vida.

Y aquí estoy, aún decidido a probar la carne. Quizás estas sean mis últimas palabras, he perdido mucha sangre y el pedazo de muslo que me corté ya está listo. El horno acaba de sonar...

Texto agregado el 04-09-2007, y leído por 295 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
02-08-2009 Muy conspicuo el escrito, caro amigo. Creo que sería un poco más inteligible si le jalaras las orejas a la ortografía para que se deje manipular. El guioncito de "ex" está de más, y hay incisos cojos; te recomendaría que lo revises y lo vuelvas a revisar. Espero lo tomes a bien. Por lo demás, es excelente, el opúsculo, por supuesto. Felicitaciones. Un abrazo. caparlopos123
14-01-2008 vaya por fin un nadaìsta por estos lados. que bien julioflorez
12-10-2007 Hubiera sido más saludable que sólo se hubiera cortado un dedo o una oreja. Je, je. Me atrapó y me sedujo su conclusión fatal. Un saludo. byryb
10-09-2007 Gracias por todos los comentarios, los tengo muy en cuenta, leo y releo todos sus cuentos, ya se atreverá a probar otra carne después de ese bocado. Me gustó. blacklightsyndrome
08-09-2007 Muy interesante ese Drácula japonés de ojos rasgados y apetito sibarita. Un psicólogo diría que se trató de un intento fallido, un lapsus, una retirada estratégica. En fin, que para mi gusto se la hubiera cenado. Y quién sabe, a lo mejor me invitaban. 5* THEOTOCOPULOS
05-09-2007 Muy bueno, cómico y oscuro al mismo tiempo, los cuentos se disfrutan más si tienen referencia de alguien que conoces ... PD: Que paso con mi pedazo, sigo con el plato vació (jejejejeje) hallond
05-09-2007 JAJAJAJAJAJA creo que Drácula y Lecter también habrian hallado su lado humano después de invitar a Karina a comer. fefnerbermellon
 
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