Sólo se veía un baúl levantado sobre el auto de mis vecinos. Pensé que al ser recién casados, podrían estar haciendo el amor en un alto de sus tareas vehiculares. Con la tardanza, comencé a mirar insistentemente por la ventana, donde el paisaje seguía siendo el mismo. Allí imaginé que uno de sus padres estaba enfermo, y ante un llamado repentino, habían dejado todo para ir en busca de emergencia médica.
Los minutos se habían convertido en abundantes horas, y mis ojos seguían percibiendo esa misma soledad de un coche abierto abandonado a la intemperie. Entonces fui un poco más allá ante la angustia generada; quizás sus amigos llegaron sin aviso previo; una banda de secuestradores los mantenían maniatados dentro de la casa; cualquier asesino a sueldo ejecutaba otras venganzas; algún interés extraño los distrajo; una plaga de insectos azotaba el interior; infinidad de accidentes caseros demoraron su vuelta o discusiones pasajeras enturbiaban esa tarde...
La noche cayó sobre el patio bajo una lluvia torrentosa, entonces todos mis pensamientos confluyeron en él, mientras con desbocados vituperios le recriminaba a su mujer el haberse olvidado de cerrar aquel baúl del auto...

Ana Cecilia. ©