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Íbamos en la última micro con una comitiva de mi pueblo, en eso aparece un ovni y la micro se para, y todas las micros se paran, en algunas vuelan chispas como de una gran corriente eléctrica, en otras solo se apagan las luces, los postes de luz se vuelven tenues. Quedamos votados, en una “mala calle” de santiago, me dio miedo porque ya era tarde y no pasaban más micros. Una mina rica se me pegó y me dijo que ella también era de linares y que se dirigía al terminal. Caminamos juntos yo llevaba escondido un palillo de coser de esos de fierro en la manga. Ella era rubia linda simpática, ella era un botín en movimiento, si hasta llevaba bolso y cada vez que hablaba esbozaba una tierna sonrisa del chile-sur. Juntos bajamos varias cuadras con esa cosa aun rondando por el barrio. Nadie más que nosotros sentía miedo de ella, a mi lado pasó un joven de mal aspecto más de una vez, como si nos estuviera marcando. Ella no se había dado cuenta, yo si, sabía lo que pasaría, el esperaría un sector apagado y se lanzaría a quitarnos todo, con algunos más me apuñalarían y robarían incluso mi ropa, y a ella la violarían hasta las mañanas del siguiente día. Donde inconsciente la dejarían a su suerte en las calles de este barrio.
Pero no fue así, en el momento preciso en que nos acercábamos a un lugar con sombras, paso una micro, nos subimos rápido el loquito también iba a subir, me había pronunciado al oído antes de subir “estay cagaó”. El pisaba el umbral de la puerta cuando lo bajé de una patada.

“parta por favor parta, nos quiere robar, por favor señor cierre las puertas”; el no las cerraba, al contrario miraba con despreocupación a mi acompañante que estúpidamente se había sentado en el asiento posterior a la segunda puerta.
Vi que el asaltante se paraba nuevamente y actué con la fuerza. Le puse el palillo de coser en el cuello al chofer y le repetí ahora con voz firme que volviera a cerrar las puertas, y lo hizo.

“parte pos conchetúmare, soy weón o que soy pavo no escuchaí, parte conchetúmare” y apliqué un poco de presión en su cuello y magia; partió.

Nos dejó en una calle más céntricas donde tomamos un troncal al terminal, teníamos miedo de ir presos, pero por suerte ella asimilo que yo lo único que deseaba era cuidarla. Llegamos al terminal, nos fuimos dando besos desde la entrada, salimos y arrendamos una pieza en un motel, la noche costaba $20.000 y los pagué. (En ese momento se me vino a la cabeza la idea de haber llamado un taxi) entramos, el cuarto era simple pero confortable. Una cama, una tele y un cooler, además de un teléfono.
Ella rebozaba agradecimiento, después de unos tragos nos fuimos a la cama, nos fumamos un par de pitos; ella nunca había fumado. Estábamos vueltos locos. Revolcándonos sobre la cama desnudos, mojándonos lentamente en un trance gemelo.
Yo estaba muy caliente, muchas veces estuve a un movimiento de eyacular, pero la marihuana me daba nuevos aires, me transformaba en una maquina sexual.
Ella se durmió.

Horas más tarde volví a cogerla ahora dormida, su cara me excitaba, era como mantenerla en trance, su boca se abría a ratos, y otras veces se curvaba en una sonrisa.

Texto agregado el 04-09-2007, y leído por 120 visitantes. (0 votos)


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