Principio [La visión, coetánea a su percepción, traza parábolas de derecha a izquierda, siendo necesario un espejo para entender, como el cristal devuelve el juicio y sentencia inapelable a la anoréxica en huelga de hambre, que se ha equivocado de reflejo, y no se encuentra a sí misma en su laberinto rectilíneo.
El espejo de la pared del infinitamente ínfimo laberinto es un tranquilo lago, en el cual te ves reflejado sentado, dormido, con los ojos muy abiertos, a su orilla, entre la maleza, y en el cual, en tu otro, su otro extremo, alguien, muchas veces y no diré siempre, eras tú mismo en un tiempo pretérito, incluso anterior, había estado arrojando piedras y es en un momento indefinido posterior, muy posterior, tanto como ahora mismo, cuando llegan las ondas, la distorsión, a la córnea maltrecha, mil veces prostituida y vejada.. Y no sabes qué es. Y tú sólo te miras al espejo entre tu maleza. Y sólo ves ondas.
Para poder vernos en el espejo hace falta luz, y hoy es luna nueva. Y tampoco hay ya estrellas. Alguien ha de mostrarnos con una linterna, siendo esta nunca del mismo color. Un color que no cambia. Que nunca es el mismo. Y si una estrella más muere esa noche nada habrá cambiado. Pero una estrella lo cambia todo. Depende. Sol. El Sol. O debiera ser Él sol. Libre asociación de ideas, nos persigue, distorsión, aunque vayamos nosotros detrás. Nunca capturándolas, tan sólo divisando, vislumbrando su rastro, su estela. Nos perdemos, tantas son las estrellas que nos perdemos. Y morimos como ellas, sin que nada cambie. Depende. Una estrella lo cambia todo.
Sentir: El color del cristal. No sentir: Obscuro, no se ve.
Sentir: Pérdida, sensación, distorsión, alucinógena perspectiva de una realidad de la que no conocemos su existencia. No sentir: Ausencia, raquitismo, palidez y muerte; no existencia, fin supremo del iris. Apagón solar.
Chaparrón de verano como descripción alegórica de todo y del todo. Porque todo son estrellas. Veamos o no la luz. Eso dicen. No lo sé. Depende. Sol.] Fin.
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