El último Cigarro Amante…
Desnuda miraba el cuerpo delgado del amante que fríamente la dejaba, después de más de una hora de amarlo, en una cama extraña, donde cada noche mil parejas como ésta pasan.
Ella plena de placer y vacía el alma,
con ojos perdidos que tardaban en encontrar el punto justo donde se encontraba la cajetilla de cigarrillos, escuchaba el agua que caía de la ducha,
donde el amante amado se lavaba los pecados del cuerpo, no del alma.
Él cantaba contento, quizás no sintió jamás lo que ella con el alma y cuerpo le quería expresar, lentamente acomodó entre su cabeza y sus ideas una almohada, mientras el alma le decía:
“Calla Mujer Amante Calla”.
Mecánicamente encendió un cigarrillo, mientras lo encendía y a lo lejos escuchaba caer el agua que sentía fría, jugaba con el palito de fósforo que poco a poco se extinguía. Fue entonces cuando se vio en él reflejada, era eso una simple y fácil llama,
de algunas noches, entre algunas semanas, necesitada como el fuego para el cigarrillo, usada y luego tirada.
Ya no se sentía la caída del agua, ella aspiro lentamente el humo que le recorrió no sólo el cuerpo, si no más bien le cubrió de oscuridad el corazón y con una lágrima que suavemente cayó
por su mejilla mojando la usada almohada, se sintió tan vacía y tan tristemente vejada, mirando el humo que se desfiguraba con el poco sol que se colaba por la cortina pensó:
“Este será el último día que tú y yo nos acompañamos, después de un poco de placer y nada de amor”
Hablándole al cigarrillo él la encontró, nunca supo qué fue lo que ella decía, nunca lo supo, pues ahora ella es una mujer libre del cigarrillo amante compañero de noches tan fugaces, como el hombre que creía volver a la semana siguiente y encontrarla entre sábanas usadas,
en lugares oscuros donde el rostro se esconde,
para que nadie reconozca cuánto a una la aman.
Ella sigue fumando, pero al cigarrillo amante, su humo y su daño, ella nunca más volvió a fumarlo.
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