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Ánfíla fue mi nombre cuando tuve el don de la vida. Viví en Fornes, una pequeña aldea, casi una polis, situada al sur en el Peloponeso, tocada por las aguas del Adriático. Mucha gente pasaba y se detenía siempre por ella, pues estaba en el camino de la próspera y nueva capital de Egipto: Tel El Amarna, llamada ciudad de la luz por algunos, y ciudad del horizonte por otros. Fui griega de nacimiento, aunque mis padres provinieron de Egipto, adonde habían ido mis abuelos desde la India y la China. Por eso tuve siempre piel color de barro ardiente. Hecho que me atrajo el amor de muchos hombres. Mi olor, mi manera de hablar el griego salpicado de lengua hierática, unida a mi mirada indostánica y gestos egipcios, me hacían un verdadero espécimen de mujer diferente.
Una tarde, cuando yo abandonaba a la niña y recibía a la mujer que hay en mí, llegó uno de los que pasaban cansados. Desde que lo tocaron mis ojos, me lucía extraño, y tuve algo de miedo. Disipé mi inquietud porque, si bien no había llegado a viejo, ya la juventud huía rápidamente de su rostro, y parecía inofensivo. Tenía poco pelo en la cabeza. Los ojos profundos. El paso lento. Su larga y vertical nariz le impediría negar su condición de griego. Visto de perfil, daba más una estatua que un hombre, con piel blancolampiña y ríos de arrugas en su frente ancha. Se veía una persona lejana, y siempre sus palabras sonaban como si vinieran de lo profundo de un ánfora, retumbantes y suaves al mismo tiempo, y casi transparentes como un trozo de hilo de tejer ondulando por el aire desde su boca a mi oído. Sus ojos siempre se perdían en el interior de las cosas, como si quisiesen descoserlas con sus rayos y andarles cada fibra, y desmadejarlas y volver a tejerlas.
Pidió comida, pernoctar una noche y ofreció pagarlas. Era lógico, pues nuestra casa había ganado fama por su higiénica y exquisita cocina china y la tradición hindú de limpieza, sencillez y orden en las habitaciones que habíamos preparado para los viandantes. También rogó por silencio para sentarse sobre la hierba después de saciar el hambre y mirar, con ojos de loco, las hojas, los troncos, las piedras, los pajaritos que planean el aire. Siempre me pregunté qué buscaba este extraño señor en esas nimiedades. Y por qué no me dio miedo cuando mi padre me dejó sola con él ese día en que se vio obligado a irse a acompañar a mi madre, quien ya tardaba demasiado en su labor de recoger hojas de lino para secarlas y hacer tela, siguiendo su costumbre de mujer de la India, tradición que compartía con mi padre chino, que también era tejedor.
Su mirada me decía que siempre buscaba penetrar todo, desentrañar lo que cada cosa lleva dentro, con una locura propia del que quiere saber algo sobre algo de lo que ya cree saberlo todo, del que ansía descubrir en cada ser lo que el ser no quiere decirle con la simple muestra de su desnudez de ser traído sin ropa al mundo, como es casi todo lo que existe. En vez de gozar la belleza de ellos, este hombre se motraba esquivo, como al que le muestran todo y aun así lucha por encontrar lo que no puede percibirse. También a mí me miraba fijamente, y yo sentía que me penetraba los ojos persiguiendo algún otro misterio, algo inconfesable quería encontrar en mis iris. Cuando se iba, quise enterarme de qué buscaba en las cosas. Respondió: “Busco su corazón, su espalda, porque las cosas nunca quieren mostrarme su espalda, sino que por doquier están de frente, y quiero ver el otro lado y hacerlas que digan lo que por dentro esconden”.
También pregunté qué hurgaba en mis ojos. “Saber lo que hay dentro del hombre que veo en ellos”. Presuroso, sin esperar mi respuesta, tomó su carga y se marchó. Sentí que se llevaba algo de mis ojos.
Después, pasaron más y más personas: jóvenes, adultos, ancianos, siempre con su bulto y algo para escribir. Tuve curiosidad por conocer a dónde iban, y mi padre indicó que a Tebas, a los templos secretos de los faraones. Me pidió que no hablara con ellos. “Sus ideas son peligrosas para el espíritu, pues en Egipto están los dioses del misterio y la duda, y quitan la paz a quien escucha sus oraciones”.
Todos tomaban o bebían algo, se quedaban una noche y luego continuaban. Agua. Pan. Dormitorio. Y mi padre les daba todo, hablándoles lo menos posible. No quería oír sus palabras. Sospechaba que envenenasen, y él no deseaba oír nada en el mundo que no fuera sobre tejer y vender lino. Me repetía: “La verdadera sabiduría consiste en sólo conocer lo que necesitamos para vivir. El saber ocioso nos lleva a la perdición, debido a que siempre esconde a algún dios que nos engaña. Vive, hija, como el lino, que es feliz ignorando si está en un palacio de Nínive o en los matorrales del camino a Damasco, en un jardín lujoso de Babilonia o el lodo que deja el Nilo tres días después de haber llovido, y el agua se pudre. El lino no distingue si muere disecado en el desierto, lo bañan los perfumes del cedro en el Líbano o lo miran las alturas del Eucaliptus de Persia ni lo seduce el mágico sándalo de un jardín de Dheli.
Él extraño señor volvió a visitarnos, me miró muy de cerca, y descubrí que una mujer parecida a mí traía en sus ojos. Habían pasado 20 años, y ya una señora entrada en años iba pidiéndome permiso para ser yo. Me acerqué más, y esa otra me miró con ojos como los míos, desde dentro de la vista del hombre ya maduro. Sentía que yo ardía en el fuego de sus párpados. Observó a menor distancia, tanto que temblé. Entonces descubrí que nuestros cabellos habían cambiado: eran blancos y débiles. Me atreví acercarme más y más y le pedí que no pestañara. Examiné todo y descubrí algo insólito: Que ese lino que vestía aquella mujer era el mío, ese hombro era el mío, esos pechos, esa mirada. Le pregunté por cuál razón me tenía presa, como ahogada en las redes de su humor vítreo. Le susurré que me había turbado durante su ausencia y sentía unas oscuridades frecuentes, y pensaba en él. Le dije que debía ser cuando él cerraba sus ojos, que me cerraba las puertas de sus párpados, y yo no podía salir de esa cárcel sutil. “Eres tú –dijo- quien me tienes preso en los tuyos. No sé cómo he logrado viajar tan lejos y seguir amarrado, sin salida, en la cóncava prisión de tu mirada. Dime, ¿todos los caminos que recorrí están en tus ojos?”. Este misterio lo asustó y quiso marcharse repentinamente, pero no pudo. Ahora lo perturbaba otra angustia: ¿A dónde fue el hombre apuesto que él había visto dos décadas antes en la niña de mis ojos, parecido a sí mismo. Hasta mirarse ahora en mis iris, no se dio cuenta de que andaba con otro cuerpo más doblado y una cara estrujada. Otro que tal vez era él mismo, se había quedado escondido en mi vista. Y trató entonces de penetrar en lo profundo de mis globos oculares. Quería conocer la espalda, el lado oscuro, de ese que lo miraba desde mis ojos. Saber cómo lo engañaba aquel tan parecido a él y no era otro que él.
A cada instante, yo miraba a todos lados, pues, como he dicho, mi padre me había aconsejado no hablar con esos hombres que van a Tebas y Tel El Amarna, a causa de que podrían ponerme a pensar, “y eso hace daño a la paz interior”. Ahora comprobaba que mi progenitor tenía razón. Me preocupaban como al visitante esos cuestionamientos, porque también a mí me molestaba esa mujer que me mira desde sus ojos. Algo parecido a los celos sentía contra esa anciana. Yo no debía pasar de tejer lino. Pero este hombre ya me tenía en sus redes, me turbaba eso de tenerme encerrada en su mirada. Nunca había notado eso, porque mi padre y mi madre jamás me miraron tan de cerca como para fijarme qué había en sus ojos. Era la primera vez que me pasaba. Estaba inquieta por saber, por preguntar lo que no debía. Lo invité a comer en silencio después que mi padre fue a buscar a mi madre de entre las redes de hierbas y sol y brisas.
Luego, cuando deduje que mi padre estaba suficientemente lejos, mi atrevimiento y curiosidad lo invitaron a mi alcoba. Quería enterarme si en la oscuridad también podía verme en sus ojos de llamas. Y si él me veía en los suyos. Entramos, y cuando se cerró por completo la puerta, dominaron las sombras y se acercaron nuestros cuerpos. “Una luz acaba de entrar en mi vida”, me dijo. “Nunca había sentido tan próximo el olor de una mujer, y por primera vez en mi vida he dejado de pensar, he olvidado todo lo que sé. A ti te debo el mayor descubrimiento de mi vida: ahora he conocido la ignorancia. La mía. Pero qué rica, maravillosa y hermosa es. ¿!Cómo pude vivir tantos años sin conocer su esplendor!? Qué sabia es la oscuridad del mundo. Y culta esta ausencia de ideas, de palabras. Ahora te veo en tu olor, te oigo en tu tacto, en tu boca vivo. El viaje de tus labios me resuelve el misterio de mi cuerpo. Tu movimiento y temblor devela la gravedad del mundo. Tú eres mi definición del universo, el orden del caos”. Calló su boca y hablaron manos, sus líquidos, aires, nervios, y fuimos dos serpientes revueltas en un solo enjambre, yendo y viniendo desde el vértigo húmedo de la nada.
Envuelta toda en él, el sentido del gusto hizo su efecto. Mi lengua quiso saber si su perfil era el mío, recorriendo su cuerpo. Él buscó lo mismo. Y así fue. El recorrido de sus labios sobre el mapa de mi cuerpo, completó nuestro retrato plano, angular, curvo, convexo, cóncavo, ondulado. Fuimos río y lago. Nube y aguacero. Sol y luna. Costa y mar. Viento y brisa suave peinando las dunas. Fuimos lo que es la cellisca para la piedra que acaricia y se deja convertir en estatua gris de sal que flota en aguas de su arena. Nuestros dientes establecieron límites, marcaron levemente los intersticios de la carne que oscuramente los buscaba, y no hubo más palabras por mucho rato. Nos gobernó el sopor. Nos dirigió la ausencia. La inconsciencia nos abandonó a merced de nuestros cuerpos, que sin dejar de ser dos fueron uno solo: sordo, ciego, mudo, sin olor ni tacto. Fue un rapto de nosotros mismos, un viaje fuera de nuestros seres, que debió de haber durado mucho, porque cuando volvimos a nosotros, cuando caímos del abismo dichoso y regresamos del caos sublime, la arena del reloj estaba toda reposando en absoluta ignorancia del tiempo, en el fondo del cristal caída toda, y sentí que se detuvo el rumor de todas las clepsidras del mundo; habían renunciado a su viaje redondo, pues por ellas había pasado a borbotones locos el agua de todos los ríos de la Tierra.
El visitante sentenció entonces: “Mi cabeza tenía muchas palabras, pero estaba vacía. Tú la has llenado de vida”. Le respondí: “Compréndelo: Nada hay en la cabeza que no haya llegado por los sentidos”. Me propuso: “Véndeme esa frase”. Le dije: “Ya te la he vendido, y con el viaje a la oscuridad que me has dado está pagada”. Oído esto, dejó sus ojos grabados en mis pechos, puso su carga al hombro y se fue.
Treinta y un años pasaron, hacía tiempo que mis padres habían muerto, y me tocó ir frecuentemente a vender elegantes cortes y vestidos de lino, al excelso Pireo, el puerto de la divina ciudad de Atenas. En una ocasión, al terminar mis negocios, quise subir a conocer la Acrópolis. Oí una discusión en la Academia, y aunque nunca he dado mucho valor a las ideas, me acerqué. Sentí gran timidez al llegar porque había muchos hombres, y sólo una mujer, alta y solemne, de voz pausada y bien pronunciadas palabras estaba allí. Supe despuésque se llamaba Hipatia. Mi ropa no podía compararse con la elegancia de su vestir ni me ha sido dado el don de la palabra que ella exhibía. Pensé retirarme, pero algo me detuvo.
Un viejo de voz ronca y lenta, de pausado caminar, rostro enjuto y ojos redondamente hermosos, llamado Aristóteles discutía acaloradamente con otros sabios. Desde su mano derecha, levanta su índice con energía, mientras su izquierda temblaba sobre la curva del bastón. Me parecía haberlo visto antes en alguna otra parte, pero no di importancia a esta sensación, pues con los años he perdido la confianza en mi memoria, lo mismo que en la imaginación. Estaba segura de que ese nebuloso recuerdo era una fantasía producida por la pena de verlo angustiado ante el ataque de los presentes. Sus ojos buscaban algún lugar donde asirse para sostener el pensamiento, porque al parecer todo el mundo se oponía a su opinión: los alumnos, el público, la mujer y los doctores de la ciencia. Su mirada temblorosa y desesperada se encontró con la mía, que lo penetró como un venablo, y se tambaleó, casi cae. Pero esa misma fuerza de mi vista le dio la energía que lo sostuvo en pie, y mientras me señalaba, dijo en alta voz: “Ella es mi testigo”.
Mi rostro, cubierto de vergüenza, bajó casi hasta perderse en el cuello del vestido, y dije: “¿De qué puede ser testigo una ignorante que no tiene ni siquiera una migaja del valor espartano ni una pizca del saber ateniense, sino sólo la pobreza de no ser más que una ridícula peloponesa?” Se acercó a mí, y, con su mano en mi barbilla, levantó mi rostro ya muy cercano al suyo, y respondió: “Estos sabios, alumnos y público me enfrentan, porque no aceptan esta idea: Nada hay en la cabeza que no haya llegado por los sentidos. Tú eres mi testigo de que es así”.
Se hizo un silencio largo.
Un abrazo nos desnudó, y se esfumaron todos en nubes de la pasión, y en las aguas crecidas y torrenciales del río de la lujuria nos transportamos a mi vieja habitación, y en el viaje nos acompañaron también nuestros cuerpos. “Yo no sabía que había tanta vida en mí”, me pareció oirle. Y respondí: “Aristóteles: Véndeme esa frase”. El aire fuerte de su respiración tocó mi piel con estas palabras: “Dice un viejo proverbio que el esclavo no puede vender nada suyo a su dueño, pues todo bien proviene de él: todo lo suyo es suyo”. Ya fueron inútiles y ausentes las palabras, y volvimos a la bella oscuridad.

Texto agregado el 21-03-2004, y leído por 1883 visitantes. (37 votos)


Lectores Opinan
21-02-2010 EXTASIADA. De lo mejor que he leído. medixi
29-01-2010 muy bueno riper
27-12-2009 Namastè vientotacito
02-10-2009 En verdad se nota que has leído a los clásicos, se nota tanto que hasta creo ver a yourcemar o a cortazar en tu escrito. la verdad, de lo mejor que tenemos por aquí. Espero que, porque soy joven, tener muchos años por delante para leer clásicos, leerte a ti y perfeccionar mi técnica literaria. Un saludo kimaten
31-01-2009 Este cuento merece ,mi eterna gratitud de lectora.Hace mucho tiempo que no leo un cuento ran exquisito.La descricion fantastica en fondo muy enrriquesedor ,entro a mi cabeza por mis sentidos.Un caluroso aplauso y de pie ********** shosha
26-11-2008 con escritos como estos, ya me da pena escribir....una delicia de cuento...mis estrellas. lisinka
21-06-2008 Subyugante...***** Albaclara
14-04-2008 Un cuento mágico y bien relatado. Mis felicitaciones FeLiX-QK
27-03-2008 Me da pudor colgar mis textos cuando leo a gente como tú. Gracias por este relato y, sobre todo, por hacerme pensar. monotonia
21-03-2008 Un maestro de las descripciones! Como dice margarita-zamudio has logrado maravillosamente el "climax". bassiliko
21-02-2008 bonito relato pero muy extenso para su contenido, me gusta. EMILIOBENARD
19-11-2007 Es un relato para leerlo y releerlo. Fantástico, mágico y muy bien logrado el "climax" y el estilo antiguo. Me pareció ver una película. Precioso. margarita-zamudio
15-10-2007 me encanta como esta narrado. Saludos. marjabra
27-07-2007 Bueno en parrafos ya está dividido, yo hablo del aire que debería ir entre cada uno. Lo dicho. Enhorabuena. tejera
27-07-2007 Coincido con la mayoría de elogios de los anteriores comentarios y con la anterior crítica donde señalan lo de dividir el texto en parrafos. El cuento hace honor a todo lo que debajo se encuentra. tejera
03-01-2007 Te sugiero dividir el texto en párrafos, para hacerle al lector la lectura más sencilla, así no se mezclan los personajes.Observo que podrías precisar más la expresión en el uso de algunas palabras que por lo visto han ganado belleza, pero perdido lo anterior. Sólo eso: lo repito, reveer algunos verbos y adjetivos, colocar 'pupilas' en vez de 'iris'. Espero no incomodarte con mis sugerencias, el texto mantiene una excelencia en contenido y forma.+++++ clepsidra
29-12-2006 MUy buen cuento, sobre todo por su final. Observación 1: ¿será que en el pasado tuvieran el concepto de orden en el caos?, según yo sería imposible, es un concepto mucho más moderno. Observación 2. Se ve la zanganería del lector típico, supuestamente han hecho 30 votaciones que dan un puntaje de tres estrellas para un cuento profesional. En cambio se ven miles de estrellitas en cuentos que dicen "Pio pio pio, los pollitos dice, cuando tienen hambre cuando tienen frío". Comentarios: Que bárbaro, que buen final con los pollitos, pensé que tendrían calor, pero que me haz sorprendido, mis estrellas". Desde luego, un cuento difícil de leer al que se debe regresar posteriormente. roberto_cherinvarito
15-10-2006 Me parecio una historia muy interesante, compleja y original. Serìa mas facil leerla separada en pàrrafos. Un abrazo! tigrilla
04-10-2006 simplemente estamos ante un GRAN ESCRITOR. micadara
13-09-2006 Definitivamente este cuento es una muestra de una gran erudicción, además de una excepcional capacidad creativa. Veo varias cosas en él, pero una de las que más me llama la atención es la universalidad del pensamiento aristotélico que quieres mostrar a través de los personajes (por ejemplo, sus diferentes lugares de origen, sus niveles intelectuales). aunque debo confesar que no conzco mucho de filosofia. Cuando empeizas hablar del reflejo de los personajes en los ojos de los otros me confundí momentaneamente, porque empiza a volverse tan complejo que se vulve dificil seguir el texto; no quiero decir que esto este mal, sólo quería resaltarlo. aaaandres
06-09-2006 bueno 5* yeyson
30-08-2006 Es muy lindo. Me imagino que debe ser dificil escribir cuentos "de epoca", ya que para empezar tienes que estar muy documentado sobre lo que hablaras y en segunda por el uso del lenguaje y la descripcion de las imagenes. Solo debo decir que me he quedado boquiabierta y me ha encantado tu cuento, tecnica y personalmente! SALUDOOOS! MarieRoget
17-08-2006 Casi me quedo sin palabras ante este magnífico relato. Me trnsporté a esa época, lo ví, te lo aseguro. margarita-zamudio
15-08-2006 Fue un agrado leerte, muy bien descrito los lugares, el tiempo, los personajes. Medeaazul
09-02-2006 Querido amigo, maravillada me tienes ante este cuento q me ha transportado por completo y me ha hecho pensar sobre lo q expresas, hace tiempo kería leerlo pq me llamó la atención el título, ahora me alegro d haberlo hecho hoy pues he disfrutado mucho y me ha sorprendido sobre todo la rikeza dscriptiva, casi pareciera q viviste allí d algun modo, kien sabe, si soy kiskillosa kizá debas repasar alguna coma q se perdió y alguna repetición d palabras, pero kitando nimiedades me descubriste una prosa soberbia digna de ti x supuesto. Nada hay en la cabeza q no haya llegado por los sentidos, dices, y cierta es esa frase aristotélica, pero dejame especular sobre los sentidos, si rizams el rizo, los sentidos captan los estímulos y la cabeza los interpreta y a veces la cabeza interpreta d acorde con lo q hay dentro, hay cosas q se crean dentro a partir d lo d fuera, creamos complejidad a partir d lo simple, algunas cosas son conceptos heredados d otros humanos d mente compleja pero otras son creaciones nuestras sin saberlo, entonces? donde empiezan las cosas, dentro o fuera? el hermetismo diría q lo q es arriba es abajo y así como es dentro ocurre fuera... siente amor la gota d agua x el viento q la seca? pueden los colores del alba componer un poema? mil gracias por compartir Vihima
03-01-2006 :) 5* GEHENA
16-08-2005 me encanta como escribes ojala algun dia lo haga tan bien como tu.besos, nunca dejes de escribir!!! lith
31-05-2005 Es bello, me encantó la forma de exponerlo.Cuanta sabiduria encierran tus palabras,todas mis extrellas. diandra
22-05-2005 He leído con una mezcla de alegría y tristeza; alegría por la elegancia descriptiva del cuento y tristeza porque me ha develado una vez más esa bella oscuridad; en lo personal me ha quedado grabado el pasaje en que el padre le dice a la protagonista que no converse con los viajantes porque podrían envenenarla con sus pensamientos, y cuánta sabiduría hay en la ignorancia y en vivir la vida sin importar si se vive en el desierto más arido o en los jardines colgantes de Babilonia... tristeza me da por entender que lo más probable es que la humanidad nunca llegue a ponerse a pensar lo que le hace falta a esta sociedad. Vivimos en la sociedad como si fueramos nómadas. Quilapan
15-05-2005 Es una historia filosófica y romántica a la vez; en la que los elementos que la conforman, los pensamientos de los pensadores griegos toman forma y se rebelan contra la sabiduría más vehemente y desbocada y adoptan la sencilla pero sublime frase de: Nada hay en la cabeza que no haya llegado por los sentidos. "Todo es nada y nada es todo"! Aquí hay una interposición de papeles que nos demuestra a las claras está intención de dar sencillez a lo complejo y viceversa. El sabio es un ser humilde más y el ignorante un inocente maestro. josef
07-05-2005 Que magnífica historia, sin duda algo maravilloso como enfrentas dos mundos tan diferentes, el sabedor de toda filosofía, junto a la sabiduría que simplemente dá la vida, hermoso, todo en una historia de amor que ata, sin las ataduras que los humanos inventamos, si no con el sentir, que se mantiene aún en el tiempo y la distancia. Me he quedado atrapada sutilmente en tu cuento. un cielo de estrellas para ti. Arianna
29-04-2005 Es una historia maravillosa, donde se confunden magicamente los distintos pensamientos que dan forma a este bello y subyugante escrito. felicitaciones, mis * Hija_de_la_Oscuridad
16-04-2005 Ea! esta historia esta como para sacarse el sombrero! que más puedo decir! nada más que espero que leyéndote pueda aprender mucho y disfrutar más. Felicitaciones y estrellas. KaLyA
27-03-2005 Me gusta mucho como "disfrazas" una clase de filosofía dentro de una historia romántica. Manejas muy bien el encuentro de esos 2 mundos que aparentemente son incompatibles: el de querer saber todo y el de no querer saber nada. Una historia muy entretenida, bien llevada. Felicitaciones. maitencillo
14-03-2005 Todo es nada, nada es todo. El sabio, nada sabe y el ignorante es sabio. Culto, agudo, incisivo; lleno de humor y desespero. Podría ser un 10 sobre 5 pero es un 4 sobre 5 porque no sé decor TODO. Gracias, D. Armando, Jorge de Satrfústegui libre_pensador
10-01-2005 muy bueno, es un viaje totalmente mágico, me encanto. escribes muy bien. espero que puedas leer lo que escribo y me des tu punto de vista para seguir mejorando. angelcaido
07-12-2004 Vaya, qué delicia de cuento. Es de esos que le arrancan a uno un suspiro al final. Gracias por compartirlo. alipuso
29-09-2004 Hacía días que no entraba y me encuentro con esto. Realmente exquisito. Ella
27-09-2004 pocas lecturas tan amenas como ésta, mis felicitaciones a delfinnegro por lograr mezclar este toque de fantasía a la vida de uno de ls grandes personalidades de la historia de la cultura occidental, como es el mismo Aristóteles...5*... mis felicitaciones... Abraxas... Abraxasiris
17-09-2004 Tal vez me equivoque Sr. Juan, pero sáqueme del apuro, Aristóteles es el mismo señor que tanto miedo le infundía en el principio. Cada día ustede me maravilla más, gracias por compartirlo. XavieraGarces
01-09-2004 Ese conflicto entre la sabiduría y la ignorancia, entre la verdad y el engaño me han tocado profundamente. Este recurso literario de la historia de esta egipcia para enseñarnos acerca del origen de la civilización occidental es muy bueno, pero llevandolo al micromundo de la interioridad humana nos enfrenta al dolor que supone descubrir, sacar los velos del engaño. Precioso. Cristina. cristina
01-09-2004 Ese conflicto entre la sabiduría y la ignorancia, entre la verdad y el engaño me han tocado profundamente. Este recurso literario de la historia de esta egipcia para enseñarnos acerca del origen de la civilización occidental es muy bueno, pero llevandolo al micromundo de la interioridad humana nos enfrenta al dolor que supone descubrir, sacar los velos del engaño. Precioso. Cristina. cristina
03-08-2004 Solo te puedo decir que he aprendido mucho. Increíble historia. Eres todo un maestro.******** Baronesa_Dudevant
19-07-2004 Está wuenisimo!!! aún sigo saboriando esas palabras. Gracias por tu consejo, me ha ayudado bastante en lo que he escrito últimamente. Te mando un afectuoso abrazo desde la distancia. Adiós.. escribes hermoso!! FailedDreams
17-07-2004 Este texto me ha dejado perplejo...pocas veces vi tal alarde de narrar en época y cultura antigua, y de tan fácil y eficaz manera...en algunas partes es muy sensual y en todo el texto hay una facilidad de lectura que entusiasma, la historia atrapa, hay frases muy buenas y en su globalidad, he disfrutado leyendole. Gracias y un saludo! LoboAzul
11-07-2004 Posees plena potestad y dominio de la narrativa, eso no es un secreto. Sugiero un repaso sobre términos que redundan y en su repetición crean una cacofonía que le resta magnificencia al cuento. Es un cuento excelso. Esta frase “sentía unas oscuridades frecuentes, y pensaba en él, y le dije que debía ser cada vez que él pestañaba, que me cerraba las puertas de sus párpados” vale todas las líneas, vale toda la lectura. Aplausos por esto y mil saludos. Gabrielly
25-06-2004 Cada vez que vuelvo a leerte, me quedo mas y mas sorprendida, eres genial!... ***** y un beso para ti. Debbie
21-05-2004 Felicidades Maese Delfin. Hermoso relato, se nota dedicación y creatividad... La verdad, me habría gustado hacer una bonita crítica destructiva, pero el relato es bueno y sólido. Creo que incluso puedo seguir la personalidad de la hindú-china-egipcia-griega (?), sin temor a que equivocarme... JoAl
15-05-2004 Recibes mis estrellas, de partida por relatar con tanta finura y solvencia un encuentro sexual. En segundo lugar, porque has ambientado tu relato en el mundo antiguo, cosa que no la he visto en ningún cuentero por estos lares.En tercer lugar, la incorporación de Aristóteles y el final místico me dejaron marcando ocupado. Eso demuestra que arriesgaste mucho al escribir este texto. No me queda otra cosa que felicitarte por tu excelente cuento. Una última cosa, me parece haber visto un error ortográfico por ahí, pero nada grave. Pablo_Rumel
28-04-2004 Felicitaciones Delfín Si ya es difícil asumir una historia con la mirada de otra cultura y época, más lo es hacerlo desde otro sexo. Se nota el oficio de tejedor de historias. Para usted todas las estrellas del Egeo y Mediterréneo. newen
21-04-2004 Gracias, Nocturna. Gracias, Luciernagasonambula. Un beso para cada una. delfinnegro
18-04-2004 Me ha gustado tanto, que no sé como empezar a darte mi opinión.Te dire que reune varias cosas que faltan por conocer en el mundo de la literatura, que me ha conmovido en sí la historia y que para mí es un honor conocer a alguién de otra raza aunque sea por este medio.En definitiva me quedo escasa con mis simples esteellas.Por lo tanto te doy un sincero beso de aLGUIÉN QUE NO TIENE MÁ MEDIO DE TRANSMITIR QUE CON CARIÑO CUANDO SE SIENTE LLENA HABIENDO LEÍDO LO QUE AUN SABOREO. luciernagasonambula
02-04-2004 ... bella oscuridad Nocturna
 
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