Cuando alguien muere toman un nuevo valor esas viejas frases tan comunes, frases como: "No somos nada", "hoy estamos y mañana no", etc. Lo cierto es que en ese momento lo que uno siente, y hasta quizás pueda llegar a verse, es el dolor en sí mismo. Particularmente en espacios como un velatorio o en un entierro.
Siempre me llamó la atención las personas en esos lugares, por que creo que en esos momentos es cuando somos mas humanos, cuando nos sentimos mas igual al otro y hasta quizás mas humildes. Y creo que esto se debe a que uno está en frente de algo que es más grande que nuestro ego, más fuerte y que indudablemente tarde o temprano vencerá.
Salí del salón y me quede fumando en la puerta, eran casi las diez de la noche y llovía con ese sonido triste y pensaba en mí, en mi historia y la historia que estaba dentro que acababa de terminar y a su vez contectadas con las historias que tienen que reempezar luego de esa perdida y con su dolor. En ese momento vi salir a la viuda y me incomodé quizas porque estaba sufriendo como (o por) los que estaban dentro y pensando mucho en mí y me sorprendió verla salir, además que al esposo poco lo conocia. Me pidió fuego, era alta aunque un poco mas baja que yo pero no llegaba a sacarle una cabeza y quizás sus rulos y tacos la hacian mas alta de lo que realmente parecía. Sin embargo sus ojos fueron los que mas llamaron la atención: cansados, negros, húmedos, así, imagine su alma. Pensando en comentar algo, ella optó primero por comenzar la charla sin sacar la miradad de la vereda y comentarme sobre todo lo que sufrió los últimos días y aunque me iba a sonar extraño me dijo que en cierta forma se sentía aliviada y aunque también egoista por querer seguir teniendolo a su lado. Y aún así sabía muy bien que dejó de sufrir, que no podría asegurar si estaba bien porque no creía en una vida después de la muerte, pero que si de algo estaba segura es que al menos en este mundo dejo de sufrir. Muy conmovida me dijo que quería sacarse toda la bronca que tenia guardada, que le encantaría tener un Dios a cual maldecir y con quien enojarse, pero no, solo estaba ella con su pena a cuestas.

“Son raras las causalidades de la vida, tan interesantes como lo que hoy cuento aquí.”

Yo la miraba, pensé por momentos que si me iba ni siquiera se iba a dar cuenta pero opté por decirle que su esposo estaba bien ahora, que fue una buena persona y aunque nadie es perfecto en el último momento uno puede reconocer muy claramente los errores y el perdón siempre está, la absoluta bondad siempre está. En ese instante levanto su cabeza y me miró como diciendo que locuras esta diciendo y fue cuando noto con quien hablaba, volvio a agachar la cabeza y me dijo: Padre! ¿Puedo confesarme?