Tu mirada ante todo, frente a todo, como un efecto óptico que difumina tu contorno cual aura divina. Tu mirada, firme, curiosa, oscura clavándose sin compasión.
Trato de no encontrarla, alejarme de su órbita pero me atrae como imán poderoso, sin espacio a resistirse. Me ruborizas, me lastimas, me controlas.
Tomo mi copa intentando disimular la hoguera que esta creciendo dentro mío y caigo en la cuenta de que no manejo mis reflejos. Me conviertes en un tonta, que nerviosamente se ríe de la nada.
Y es un juego que solo tú y yo compartimos. El entorno habla de cosas banales mientras los relámpagos energéticos se entrecruzan entre las palabras echadas al vacío.
No tengo el poder para soportar estas sensaciones un segundo más. Deseo irme, volver a mi mundo cotidiano y protegido, a mi nada sin remedio.
Lo notas y bajas por fin tu mirada, cierras el pestillo deslumbrante de palabras mudas.
Me relajo, vuelvo a pilotear mis reflejos sintiendo bajo mis pies la tierra firme que se me abría minutos atrás, pero te necesito.
Busco tu mirada entre la gente, intento encontrar nuevamente ese contorno tenue que se dibujaba de reojo y que me dominaba rodeándome por completo. Hasta que la búsqueda se sintoniza de nuevo en tus ojos, unos metros mas atrás pensando que podrías pasar desapercibido mimetizándote. Pero brillas, eres fulgor incandescente que deseo apagar, necesito apagar.
El tiempo corre, las energías van agotándose. Tu paciencia tiene sus frutos, cual felino agazapado has esperado el momento perfecto para atacar. Cual cazador nato, escogiste de tus presas la más indefensa, y aquí estoy, oliendo nerviosamente el viento, mientras espero a que me remates mordiéndome la yugular...
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