Magnífico, único resultó el ágape del sábado último.
Matemática, física y botánica se engalanaron con itálica, paseándose carismáticas por el espléndido ámbito. Íncubo y súcubo recurrieron al lúgubre formato gótico; ácido y tóxico, clásicos, al típico estilo románico. Entre vítores de gráficos y críticos, ética y estética resolvieron ecos cacofónicos con audacia: helvética para una, óptima para la otra. En síntesis, mágica velada y química entre esdrújulas.
Un ínfimo incidente bajó los ánimos: un neologismo, con estentóreos y cáusticos términos, reclamó reconocimiento a los múltiples académicos presentes. Pero, rápido y mortífero, el cursor lo eliminó en tiempo mínimo.