El sentimiento de inquietud de las personas que buscan, esta tarde no está presente.
Ojos y manos que no dejan de encontrarse.
Que se rehúsan a dejar de hablar. Las manos y los ojos hablan a pesar de lo que diga la gente (solo con la boca, con las cuerdas vocales, con la lengua).
La gente puede ser tan simple, tan automática.
Dos personas se encuentran en un cuarto, en pleno centro de la ciudad.
Y ese cuarto tiene la capacidad de transportarlos a un lugar inexistente tremendamente hermoso donde existe solamente el otro.
Donde ellos mismos han dejado de existir para dejar que el otro exista.
Para cederle el lugar.
Parece una película que no tiene trama, que suele hacer que las personas abandonen su asiento en el cine o se queden dormidas.
Dos personas despiertas en el cine que no hacen más que disfrutar la película.
Las mismas dos personas en el centro de la ciudad.
Películas importantes no por lo que los personajes dicen, sino por lo que hacen, por el lugar en el que están, por la música que escuchan.
Dos extraños que no hablan.
Y están completamente felices.
La tarde puede ser como la noche.
No solamente la oscuridad puede darles la sensación de que están solos y a salvo.
Las sensaciones son tantas que no logran distinguirse.
Pequeñas explosiones en el cuerpo de ambos.