Estaba sobre la tierra, tendida al sol y al viento. Parecía que a nadie importara. A veces, pasaba tan inadvertida que lograba confundirse con cualquier cosa; con una piedra, una barranca, un tronco, una regola.
Surcaba a la tierra en forma total; cuando el terreno se escarpaba, ella, con sus artificios camaleónicos se agazapaba entre matorrales de bellacimas y zarzas para cuando alguien la buscase no la pudiese encontrar. A veces, de tarde en tarde, se encontraba tendida al sol, como ladeada, casi caída. Martire una vez que regresaba de los potreros la sorprendió así, pensó que se estaba muriendo y por dentro sintió la alegría repentina de las venganzas, pero se equivoco, no la conocía del todo; el sol, el único titán de la tarde, era quien podía doblegarla, algunas veces.
El titan de la tarde ya se había levantad, pero su presencia aun no alcanzaba las sombras de los cerros amarillentos, cuando los muchachos de La Sabana Abajo chocaron contra ella. El impacto de sus esperanzas fue fuerte; hasta la carretera polvorienta llegaron sus clamores. Desde los campos cercanos acudieron a socorrer a los sabaneros; del pueblo vinieron a socorrerla. Ellos cumplían mandatos, autorizaciones y sobre todo tenían que defenderla cueste lo que costara, caiga quien caiga. Los Sabaneros eran humanos, no asesinos.
Cuando el polvo de la carretera cubrió la partida de ello, flotaba en el aire el desaliento, se palpaban las atrocidades cometidas por su culpa, pero ellos se marcharon dejando sus advertencias convertidas en amenazas, aun asi ella quedaba inerte, indefensa,; sus artificios camaleónicos no le servirán de nada, ya no pasara tan inadvertida. Era un estorbo para cumplir ambiciones, para materializar sueños, para expandir el medio, para sobrevivir.
Ella supo que algo se tramaba en su contra. Cuando mostraba un destello de su presencia la gente la miraba amenazante, destructora, por eso decidió no sobrevivir al lado de la carretera, era mejor quedarse rezagada entres las colinas y los barrancos, entres zarzas y bella cimas, nunca en las llanuras; allí el sol la flagelaba y a plazos la mataba, ahí la gente se acercaría y la remataria, dejando de ser un estorbo mas.
Del Pueblo vinieron a socorrerla y por equivocación la colocaron en la llanura, donde estaban las mejores tierras, donde los campesinos aglomeraban sus mejores sueños, por tal quedó sentenciada a desaparecer.
No hubo doliente mas el sopor frio alegre de las venganzas hizo su presencia. Señalar hacia alguien determinado como el culpable de su destrucción era inseguro, pero no en su totalidad; todos habían aportado algo mas que un simple deseo. Desapareció su presencia pero no por simple intención. En todos los rostros se captaba una escondida sonrisa, la cual se adueñaba de los cerros amarillentos, las sabanas, las cañadas, potreros baldíos, tumbas inconclusas y mas aun aquellas llanuras extensas donde a ratos se escapaban la vida convertida en sueños.
El titan de los cielos se adueñaba de la tarde, que le pertenecía y manifestabase su inclemencia sobre las espaldas de charol de los morenos sabaneros. Martire lanzaba sus penas al viento y el convite a una voz le contestaba; no había rencores, las empalizadas se cayeron, nunca mas volverán a flote. El sol, titán de la tarde, era el testigo principal.
Pablo Ysidro Polanco |