La luz blanca iluminaba todo lo que mis ojos podían percibir, apenas se fue disgregando me encontré en una pequeña cueva de piedra acolchada por un frondoso musgo verde, en su muro destilaba una vertiente tan sigilosamente que envolvía mis oídos con un sonido quimérico extraído de la tierra.
Lentamente se fue desplegando el paisaje que me envolvía, en el cielo habían cristales y estrellas que se mimetizaban con el céfiro que transitaba entre mi cuerpo y mi alma.
El verde abrió sus alas develando miles de flores alrededor, olores húmedos y calidos simultáneamente extasiaban mis sentidos, desbordando alegría inimaginable y un sentido de pertenencia arraigado, como nunca antes en ningún lugar.
Dos piedras aparecieron frente a mí,
de color cenizo y dúctil a mi cuerpo.
Me asenté en ellas cerrando los ojos, intentando devorar todo lo ofrecido con mi respiración. Disfrutaba de mi refugio, restituido de otras vidas y aislado del universo.
Creado solo para mí, creado quizás, por mí.
Te sentaste junto a mí, me sonreíste y abrazaste.
Te sentí tan cercano como nunca.
Tomaste mi mano e iniciamos el viaje, entre bosques llenos de manantiales y arbustos entrelazados con riscos, que escondían las más bellas especies, que sonreían al vernos pasar.
Piedras, plácidas con el agua que escurría por su cuerpo, abrazaban mis pies, refrescándolos del cansancio, sanando laceraciones de vidas pasadas,
con infusiones de tu espíritu embutidas en el arroyo.
Jugueteamos en el agua como niños, hasta llegar al río, sin darnos cuenta comenzamos a caminar sobre las aguas, mientras el pecho se llenaba de regocijo y no cabía de agitación.
El océano se presentó ante nosotros y las palpitaciones calmaron hasta encontrarse a si mismas, acompañando el ritmo de las olas.
El azul se expandía tan majestuosamente
que se fundía con el cielo
Y caminamos al infinito, llenos de gozo y entrega, mezclándonos con el universo que nos acogía, como si nunca hubiésemos partido.
Despojándonos de la existencia,
para encontrar la muerte,
nos sumergimos en el mar
hasta alcanzar la vida.
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