Cría cuervos
Cuando los ojos del viejo carpintero quedan abiertos e inmóviles y la punta de la lengua reposa, mansa, en sus labios, afloja la presión sobre su cuello. Siente que la ira se va desvaneciendo, y comprueba, sorprendido, que la culpa no invade el espacio vacío.
En definitiva, se dice a sí mismo, justificándose, ¿cómo permitió su padre, ese que yace a sus pies, que lo convirtieran en un chico de carne y hueso, en alguien que perderá la niñez muy pronto?
Cena en familia
—Pero que buen gusto tiene esta niña —exclama entusiasmado el enano uno, casi atorándose por hablar con la boca llena. — Este bocadillo es excelente.
—Es verdad, gracias a ella disfrutamos del mejor manjar en mucho tiempo — apoya el segundo enano, mientras engulle con fruición una enorme porción.
—¡Hemos hecho tan bien en recibirla! Y eso que algunos de vosotros dudabais — recuerda el número tres, rememorando su sorpresa al descubrir a la muchacha durmiendo en su cama. —¡Veis que acertada fue la decisión!
—Es verdad, jamás hubiésemos disfrutado de una carne tan tierna y sabrosa en nuestra humilde mesa —se entusiasma el cuarto comensal, sumándose a la vosiglería general. —Claro que esta fiesta tendrá su precio…
—Bueno, bueno, no os quejéis —reprocha a todos el enano cinco, haciendo una pausa en su tarea manducatoria. —Todos sabíais que una doncella como ella no se quedaría mucho tiempo con nosotros, todo el tiempo fregando ollas, barriendo pisos, lavando ropa tan sucia…
—Es cierto lo que dices —concede el sexto pequeñín, sin poder evitar un sonoro eructo. Y dirigiéndose al séptimo compañero, que cabecea adormilado, casi cayéndose de su silla, le dice: Perezoso, a ti, que has holgazaneado todo el día… Sí, a ti, te toca levantar la mesa. Y no olvides poner la cabeza, los pies y las manos en salmuera, que ya le daremos buena cuenta en su momento.
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