Soy parte de mí, un delirio desvariado que sufre los desamores y penas, una mente cultural elocuente que piensa que las cursilerías son parte del amor y sin embargo no se me escapa ni una palabra de afecto. Lo que te digo es solo parte de mi verdad, una verdad que, sin saberlo, me enseñaste a construir.
Me mezo, entre mis brazos y me cubro de todos esos rayos solares que representan amor, responsabilidad y amor, ellos van sí o sí de la mano. El amor que sentís por alguien y te hace creerte responsable de su felicidad, de cultivar rosas en sus caminos, con pastos suaves para que esos pequeños pies no se lastimen al andar. Responsable, también, con cada acto, con cada palabra que deposito en tu mente, sé que son verdaderas pero son desvariadas, me hago cargo de lo que pueda llegar a causarte o de lo que deje de causarte.
En mi útero se albergan sentimientos de extrañeza, querer crecer, querer llorar, delegar tristezas en otros, egoísmo cuando descubro tu irreciprocidad. Por eso cubro mi matriz con mis manos, para cuidarla de todos esos males que causan lágrimas en mí y en realidad a veces es en vano, porque el sufrimiento existe mientras yo te necesite.
Se escapa de mi boca blasfemias, pensamientos hechos voz que lanzo al vacío sin pensarlos, los recapacito cuando la tormenta ha cesado en mi mente y deja detrás un paisaje lleno de barro y cielo gris.
Un túnel, cuyas paredes son ásperas y el piso cubierto de cieno que cosquillea en mis pies. En donde alzo la voz y es inaudible. Un túnel, así será mi vida, donde llegare al final, a la alborada y se que en realidad el transcurso de nacimiento a muerte fue algo maravilloso.