Yo ya no estoy para la crítica, mis textos nunca más serán vapuleados por weones sin ningún sentido de competencia en lo que a lo propiamente crítico se refiere. La crítica ya ha muerto, lo único que podemos hacer es llorar y recordar, siempre recordar, tratar de no tener presente, por que ya todo se ha desvirtuado, todo a sido ensuciado, enlodado, la verdadera crítica, aquí en mi país, creanme no está representada ni por René Naranjo, ni por Italo Pasalacua, ellos siquiera representan a las personas, excepto a aquellas que a través de un par de conocimientos se creen sabios, aquellos que ponen pegamento a la primera pieza del puzzle. Pero no señores, la crítica no ha muerto, esto que les aburre, esto tan simple como unas palabritas, apela a su sentido más original, a su opinión señores, a su opinión, que vale mucho más que tener plata para ir al cine, que vale más que tener plata para ir al teatro. En resumidas cuantas, hoy no han leído un gran poema
, no han tenido un gran día, pero mi mente lentamente se despierta. Me he dopado para que mi cerebro actúe con una dosis alta de pastillas y té energizante, que de apoco funciona, sacándome del enlezamiento en el que me masturba la televisión, en que me envicia con sus los matinales hasta las series retro de las últimas horas, o las repeticiones de programas que evito ver solo para estar más rato mirando la cucaracha. Pero así es el mundo, vivo en un pueblito perdido de los mapas, vivo en un pueblo mas allá del google eart, en un lugar donde las personas todavía son felices y la escoria expulsada del centro todavía no llega con sus choresas, ni sus asaltos a mano armada. Donde cuando alguien muere todos apuntan para siempre al asesino con el dedo. Donde la gente aún cambia sus malos hábitos, donde las mujeres de este lugar conocen el perdón y no caen en las depravaciones de hoy. Porque mi pueblo es de ayer, de ese tiempo cuando la crítica existía y todo estaba limpio, los ríos, los cisnes y el cielo.