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ENEMIGOS

Comenzó a odiarla poco a poco, cada vez que se veían no podía evitar sentir una puntada en la boca del estómago, luego llegaban oleadas de asco, furia, las manos iban cobrando tensión, las uñas hacían heridas en la propia carne, hasta brotaba sangre de esas marcas que se dejaba.

Pero cuando se disponía a matarla, ella salía de su vista. Lo hacía con cierta mezcla de elegancia- gracia, muchas veces una leve sonrisa o un beso al aire le bastaba. El no estaba resignado a dejarla viva por mucho más tiempo; decidió espiarla durante horas, se sintió como un asesino silencioso de esos que abundan en las películas norteamericanas; pasaba interminables momentos analizando plan tras plan para cumplir su objetivo de eliminarla. Durante largas horas al asecho, se descubrió afilando el cuchillo con una sonrisa rabiosa, o tensando la soga con la cual asfixiaría al enemigo, porque ella se había convertido en eso.

En algún momento de la relación, la odiada comenzó a detestarlo. Nunca supo si lo adivinó, si alguien le comentó, o sin quererlo, él dejó escapar alguna pista de su macabro secreto. De pronto , pasó de victimario a posible víctima. Todos los instantes de soledad, atrapado por esas guardias sirvieron para revisar su accionar y no encontró fisuras, nunca dio un motivo para la sospecha. Hasta las oportunidades en que se cruzaban, cuando más furia lo carcomía, mostró una imagen perfecta. Tal vez, esa precisión y corrección fue lo que hizo que ella pensara en cómo sacarlo del medio.

Fue interesante comprender que los gestos de desaprobación, cada palabra revulsiva a las cuales últimamente recurría cuando se encontraban, no eran desaprobación propia, sino que estaban dirigidas a él. Ella comenzó a hacerle escándalos de frente, a cualquier hora. Una tarde, se sorprendió cuando la vio entrar, arrancarse el pelo a tirones y rasguñarse las mejillas haciéndolas sangrar; luego se arrojó sobre el lecho y lloró por horas. La miraba silencioso, preguntándose hasta dónde llegarían ambos con tamaña farsa. Esa noche asomó el principio del fin.

No hubo aviso previo, ni ruidos de llaves, ni voces en el pasillo, la mujer entró al cuarto fuera de sí, su paso vacilante mostraba que había bebido demás. Como siempre, sereno en su espionaje, la observaba husmear en los cajones de ropa interior, aun no llegaba a comprender las causas de tanta desesperación en la búsqueda. Ella giró con una cuarenta y cinco en la mano apuntando directo a la imagen en el espejo. El se asustó tanto, que por primera vez no pudo reflejar aquel gesto.

- Y... dale... Mostrame cuán miserable soy!- gritó la chica, las lágrimas le corrían el rimel, cerró los ojos, empezó a llorar con más fuerza, bajó el arma, los brazos cayeron a un costado del cuerpo.

Entonces el espejo reaccionó, la imagen levantó su mano con el revólver, no había llanto en aquel rostro, le apuntó con el pulso firme. La muchacha miró sin dar crédito a lo que veía, pero el reflejo no dudó, apretó el gatillo, el disparo alcanzó el corazón. Ella se desplomó. La imagen arrojó el arma hacia un costado, dio media vuelta y se fue. En el ángulo inferior del espejo asomaba el pie izquierdo de su enemiga y en el resto, un enorme vacío.





Texto agregado el 28-08-2007, y leído por 1172 visitantes. (23 votos)


Lectores Opinan
14-12-2014 Está bien llevado pero la idea resulta un poco decepcionante al final. Egon
05-05-2014 bien, romper un espejo roto son 7 años de mala suerte, mas vale matar a la mina satini
19-09-2010 La tensión es impecable filiberto
23-08-2010 ¡Muy bien! Excelente clima. Aparte me pasa algo parecido me llevo muy mal con el espejo. Saludos. RIGOBERTO
31-07-2010 espectacular muy bien el final felicitaciones elbulon
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